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Debate

La presentación del Programa de Estabilidad y Reformas que efectuó Mariano Rajoy en el Congreso fue una exposición a mayor gloria del presidente, entre otras razones porque la oposición ya entró vencida y cautiva de unos planes desacreditados por las instancias europeas, que son las que nos administran, mal que nos pese. No se atrevió Rajoy a repetir la cantinela del ‘España va bien’, porque habría sido demasiado, pero defendió sin rubor el rumbo emprendido y recordó que fuera de la ortodoxia no hay salvación.
Rubalcaba va desgranando ocurrencias para intentar captar la atención de los medios, pero la última idea de mantener o crear miles de puestos de trabajo con el dinero concedido por Europa para rescatar a parte del sistema financiero, recibió un serio varapalo de Bruselas que le dijo que ese dinero no se toca, que es para lo que es. Rajoy no tuvo que calzarse los guantes, Rubalcaba estaba tocado antes de debatir y defender su último desvarío.

El debate estaba abortado y ratificaba que la propuesta socialista no tenía vuelo. No es posible cargar contra el déficit, con dineros de otros, unas propuestas que van contra la lógica económica y que serían la repetición de políticas que nos han llevado hasta donde estamos. Con esos planteamientos, el derroche frente a la austeridad,  el líder cántabro le ha dado alas y oxígeno a Rajoy, justo lo contrario de lo que pretendía.
Porque es evidente que dedicar los magros recursos de los apaleados contribuyentes a pagar parte de los sueldos de las empresas quebradizas es un disparate intervencionista que saldría carísimo. Sería tanto como echar agua en un cubo agujereado.

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