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Redes

La indignación se lanza a ocupar las calles en primavera, esta estación que, según nos recuerda el refranero, altera la sangre y solivianta el ánimo. Así ocurrió en la secuencia de las revueltas árabes  y la historia se ha repetido en Turquía y Brasil, aunque en el caso brasileño la referencia estacional hay que relativizarla al trasladarla al hemisferio sur. Intentando mantener la analogía algunos hablan de la primavera tropical para no estropear el discurso.
Tales protestas multitudinarias contagiosas, que se caracterizan por la ocupación masiva de espacios simbólicos centrales de las ciudades, casi siempre han pillado por sorpresa a las autoridades. Los indignados, que son legión, suelen convocarse por medio de las redes, esas herramientas de efecto instantáneo y que son una forma organizativa en sí mismas. El poder de las redes no es objeto de discusión, pero sí sujeto de intentos evidentes de utilización interesada por parte de terceros.

El ciberespacio de las redes protagoniza una nueva forma de hacer política. Esas nuevas plataformas van más allá de los mecanismos tradicionales, de los partidos y de los medios de comunicación, y han mostrado su tremenda capacidad para mover y transformar el tablero de juego, pero muy poca para capitalizar sus reivindicaciones en forma de poder político que, al final, se disputa en los escenarios de siempre.
Las redes demuestran su capacidad agitadora para lograr que el descontento y la irritación se exprese en forma de reivindicaciones populares que denuncian la evidente crisis de expectativas de las gentes que cada vez están más lejos de las instituciones.

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