Buena parte de los problemas italianos coinciden con los españoles, especialmente en lo referente a la desaforada importancia de la economía sumergida, las actividades ocultas al fisco. Si en España ese filón asciende al 23 % del PIB, en Italia se calcula que alcanza el 27 %. Esa vía de escape fiscal, que ha crecido con la crisis, es causa de una pérdida de recaudación estimada en un billón de euros en la eurozona. Son cifras que excitan la imaginación de las respectivas Haciendas en su lucha contra el fraude.
En Italia han puesto en marcha un nuevo programa informático, llamado gastómetro o rentómetro, que cruza los datos de los gastos que un contribuyente hace cada año y deduce cuál debería ser su renta, y la compara con la declarada al fisco. El gastómetro controla el tren de vida que lleva cada persona y averigua si coincide con lo que dice ingresar o poseer. El argumento de que, si se gasta 100, no se puede ganar menos de 80 parece poco discutible.
Gran Hermano, el ojo que nos controla a casi todos, tiene capacidad para cruzar la mayor parte de datos, y lo que no alcanza a controlar lo estima a través de parámetros muy diversos, atendiendo a la edad, al tipo de empleo y a la composición de la familia. El problema, en opinión de los técnicos, está en los evasores más difíciles de cazar, aquellos que nunca presentaron una declaración fiscal. Son fantasmas fiscales, y haberlos, haylos.
La lucha contra el fraude fiscal, una emergencia en muchos países que viven agobiados con el déficit presupuestario, lleva a invadir crecientes esferas de la privacidad y obligará a los defraudadores a extremar al máximo su imaginación.
