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Reinventarse

Muchos jóvenes, hasta ahora con puestos de trabajo, se ven en la necesidad de ‘reinventarse’ para poder subsistir. Intentan adaptar su calificación profesional a las nuevas demandas de la sociedad. Han pasado esa travesía del conformismo, de la indiferencia, hasta situarse en la perspectiva de redefinir sus conocimientos y sus habilidades. Es necesaria la reflexión política ante el descalabro que la crisis y las medidas anticrisis están provocando en la misma sociedad europea, que no es capaz de crecer. Pero la crisis no es sólo económica, sino también moral y política.
Indignarse no es suficiente. Las discusiones bizantinas sólo interesan a aquellos que las sostienen. La indiferencia ante los peligros de esta situación de paro es una arma de destrucción masiva. No es fácil conducir la transformación política de la indignación de los ciudadanos hasta provocarles la acción organizada. La indiferencia expresa la crisis cultural; la indignación, los arrebatos morales de una sociedad desconcertada y asustada. La indiferencia no va a ninguna parte; la indignación no sabe adónde ir. La indiferencia es letal porque equivale a la aceptación de la fatalidad como situación permanente. Es la expresión de claudicación e impotencia. La indignación tiene la virtud de reconocer que seguimos vivos. Ambas nos recuerdan que, sin alternativas políticas reales y sin un sentido que las anime, la democracia en su conformación actual requiere reformas profundas. Vemos una política perdida en el marasmo de intereses económicos, incapaz de dotar de sentido unas medidas que se ejecutan por imperativo superior: la oligarquía financiera de Europa. Y lo más preocupante es que estos ejecutores se han instalado en una carrera para distorsionar los problemas, envolverlos en ropajes polícromos para despistar a los ciudadanos.
Nuestros dirigentes políticos están empeñados en hacernos creer que no hay sociedad, los movimientos sociales son una cofradía de ‘pirados’. Solo existen problemas económicos. Si cuadran los números, si hay trabajo, aunque sea de esclavos, los problemas se han disipado. Esto nos aboca a un populismo capaz de todas las imposturas. La historia es muy elocuente. Al final lo que interesa es configurar un traje jurídico que dé forma a los privilegios de los que más tienen.

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