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Huida fiscal

Hay entre nosotros dos tipos de emigración: la de los pobres y la de los ricos. La de los pobres está integrada por esa legión de gentes de procedencias muy diversas que buscan en Catalunya su tierra de promisión, objetivo cada vez más  difícil. Y en ese grupo se incluyen muchos catalanes que, por la escasez de empleo, se ven obligados a buscarse la vida en otros países. Junto a esa diáspora existe la emigración selectiva de contribuyentes de alta renta y patrimonio que abandonan, al menos formalmente, Catalunya para residenciarse en zonas con mejor trato fiscal.
En los últimos tiempos, especialmente desde que Catalunya recuperó el impuesto del Patrimonio y elevó el tramo autonómico del IRPF, se dinamizó la marcha de muchos contribuyentes a Madrid. La diferencia de tributación es cada vez más elevada, y  aumentará de forma notable con la ofensiva anunciada por el presidente madrileño. Ese imán mueve voluntades, incluso la de significados patriotas, pero esa opa de Madrid sólo tiene como destinatarios a los a los que tienen recursos y fortuna suficiente para que el traslado les resulte interesante.

Tal emigración, fruto de la competencia fiscal, comporta un grave desequilibrio económico: favorece a unos y perjudica a otros. Esa huida  basada en la lógica económica ha obligado al Ministerio de Hacienda a revisar los traslados, porque tras este proceso hay muchos comportamientos fraudulentos, los de la picaresca bañada con apariencias de legalidad.
Se trata de una deriva inquietante e injusta. Pero no se pueden poner puertas al campo. Y la brecha fiscal aumentará con la recuperación del impuesto de Sucesiones.

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