Opinió

Valores

Un valor no es una cosa ni una sustancia más o menos espiritual. Un valor, simplemente, vale. Los valores no dependen ni del espacio ni del tiempo, son inalterables, están jerarquizados (unos valen más que otros), y no se razonan, sino que se captan con nuestra capacidad mental (Max Scheler). Sin embargo no escapan al relativismo, pues lo que es bueno para una época, una cultura o un individuo, puede no serlo para otros tiempos u otros individuos. Además hay que tener en cuenta que, para poder captar los valores, no todo el mundo dispone de la misma preparación intelectual, de modo que la incultura sólo reconoce los más burdos y primarios. Esta introducción viene a cuento porque actualmente existe un caos generalizado -e incluso una inversión-, en la captación de lo que realmente tiene valor en nuestra vida. Algunos valores de antaño ya no se reconocen como tales, y lo que hoy se considera valioso a veces es muy discutible. Por ejemplo: he leído en alguna parte que un hincha del Atlético ha quedado eximido de comparecer en la mesa electoral el día de las pasadas elecciones porque tenía entradas para ver el partido. Habrá quien opine que esa es una sabia decisión la de la Junta electoral, por comprender perfectamente al pobre aficionado, no fuera que la frustación de quedarse sin fútbol le cruzara los cables. En anteriores elecciones otros tuvieron que posponer -por una negativa menos comprensiva- un viaje de novios o cualquier otra cosa, pero lo del fútbol son palabras mayores. También me he enterado de que una señora ha sido despedida por hacer la mona desde las gradas de un estadio, o sea, por rascarse los sobacos con gran expresividad. No es un gesto fino, de acuerdo, pero a mí me parece excesivo que por ese motivo la echen del trabajo. Se ha quedado sin curro por herir la sensibilidad de alguien muy preocupado por la igualdad de las razas, pero que le importa un bledo aumentar las listas del paro. Digo yo que a la susodicha podían haberla sancionado o sermoneado haciéndole ver su feísima actitud, y ya está. A fin de cuentas su gesto simiesco es más veraz que si, por ejemplo, hubiera rebuznado, como hacen otros. Pero el fútbol es el fútbol. El fútbol ha adquirido una pátina sacrosanta, tiene tratamiento especial en Hacienda, e incluso las más altas instancias del gobierno departen con pasión tal o cual jugada, desviando la atención del personal de las cosas que verdaderamente importan a las triviales, de modo que la jerarquía de valores se ha ido al carajo. Y así vemos que se puede mentar la madre y los muertos de cualquiera, insultar, babear, rugir, y patalear hasta hundir el graderío como sucedió recientemente en Navarra… pero ojo: hacer el mono en público puede costarte las habichuelas. Porque veamos: ¿qué logro hay en el fútbol? Yo creo que, a lo sumo, cumple una función social. Distrae y canaliza los malos rollos y las insatisfacciones, que de otro modo se volverían hacia políticos e instituciones. Esa catarsis colectiva está protegida, alentada, bendecida y espléndidamente financiada… pues sirve para manipular y controlar a la gente, es una válvula de escape tan potente y eficaz como el sexo o las drogas. Otorga una identidad, da tema de conversación, genera montañas de pasta y encumbra a héroes que se toman como modelo, héroes cuya máxima habilidad consiste en meter goles. Es la versión actualizada del circo romano que -gracias al márketing y a la colosal mise en scène-, en los medios aparece rodeada de elementos apoteósicos, galácticos, cósmicos… con músicas celestiales, trompetas de triunfo, aureolas y rayos, como si de pronto fuera a aparecer una nave espacial con sus marcianos también interesados en el evento. Hemos asistido a manifestaciones desmesuradas por ganar, a declaraciones surrealistas y desproporcionadas, con agasajos y sueldos increíbles, como si los jugadores hubieran salvado a la Humanidad y merecieran nuestra adoración incondicional. No se agasaja así a las madres coraje, a los parados de larga duración, a los abuelos que se sacrifican por su familia, a periodistas y personal sanitario en zonas de conflicto… y a tantos otros héroes anónimos que merecen nuestra felicitación y respeto. Por eso y por otras cosas creo que los valores están trastocados, prostituidos, deliberadamente ocultos en beneficio de la superficialidad, de la banalidad y, en definitiva, de la estupidez. Del valor de ahorro hemos pasado a la inducción al gasto con la diabólica tarjeta. De la ilusión amorosa al aquí te pillo y aquí te mato. Del trabajo como mal bíblico a la inmensa fortuna de trabajar en condiciones de esclavitud. Del derecho a la vivienda al desahucio sin contemplaciones. De la moderación en el beber al botellón promocionado. De la cobertura sanitaria universal a la privatización. Del valor de los estudios a la celebración del analfabetismo….Por primera vez en la Historia los hijos vivirán peor que sus padres, es cierto, pero no sólo en el aspecto material, sino además en la falta de reconocimiento y de lucidez para distinguir lo que realmente vale de lo que es pura filfa.

“Actualmente existe un caos generalizado -e incluso una inversión-, en la captación de lo que realmente tiene valor en nuestra vida”

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