Opinió

La feminización de la cultura

Lévi-Strauss escribe sobre la importancia de los mitos para explicar nuestros orígenes y nuestro destino final, y alude al binomio Naturaleza-Cultura con la intención de poner de relieve la necesidad de integrar y trascender ese par de contrarios. Para dicho autor el ser humano rompió con el mundo animal y se hizo cultural, primero, con la apropiación prometeica del fuego, aunque paralelamente comenzó a sentirse mal consigo mismo (malestar al que también se refirió Freud), y, en segundo lugar, nos dice que el hombre natural se hizo cultural cuando dejó de emparejarse indiscriminadamente, aceptando el tabú del incesto (mito edípico), de modo que se institucionaliza la familia como núcleo biológico social. Eso es lo que sucedió en nuestra área cultural civilizada, pues por ahí por los mares del sur los seres humanos convivieron desnudos y lujuriosos durante mucho tiempo, sin hacer una ruptura tan brutal entre Naturaleza y Cultura como la hicimos nosotros.

Ahora bien: si en esto de los mitos queremos ser honestos, hay que contar la verdad. Y así, es justo que presentemos a Lilith, personaje legendario asirio-babilónico que seducía y devoraba a los hombres. Según los textos religiosos hebraicos, Lilith tuvo el privilegio de ser la primera esposa de Adán –antes que Eva-, hecho que nos ocultó la tradición cristiana, porque Lilith era de armas tomar, una fuerza de la naturaleza, indomable y muy suya. El fracaso de la primera pareja Adán-Lilith fue debido a que “ella no quiso renunciar a su igualdad, y polemizaba con Adán sobre el modo de realizar el acto sexual” (E. Bornay), ya que consideraba humillantes algunas posturas, y harta de él, lo abandonó y se marchó con los demonios.

Los judíos no querían que en sus textos apareciera una rebelde de ese calibre como ideal femenino de toda la Humanidad, y por ese motivo inventaron la figura de Eva, más bien bobalicona por lo de la serpiente, pero mucho más sumisa y adecuada como modelo para las esposas judías de la época. Y ya se sabe: culpabilizaron del pecado y de todas las desventuras subsiguientes del mundo por los siglos de los siglos, a nosotras, a las mujeres. Eva se dejó engañar, pero era más fácil lidiar con ella que con Lilith, la diablesa que airadamente plantó a Adán e hizo lo que le dio la real gana, inclusive engendrar diablillos.

O sea: el asunto de la subyugación de las mujeres viene de muy lejos. En el paraíso todo iba bien hasta que Lilith se puso borde. Y las cosas fueron reconducidas, faltaría más. A la pérdida del Edén siguió el dominio y la depredación en busca de otros paraísos, actitudes que cuadraban perfectamente en la mente del hombre blanco occidental, el explorador por excelencia, cuya manía viajera le llevó a los confines del planeta. Y lo hizo destrozando sin contemplaciones, arrasando y oponiéndose a esa Naturaleza en aras de una Cultura de guerra -en la que aún chapoteamos-, aplastando y desmenuzando con su pensamiento analítico todo lo vivo, incluída la mujer. Por eso hoy es necesaria la feminización de la cultura. Porque la deriva androcéntrica es desequilibrada, y porque cuidar la vida y entenderla globalmente y con todas sus relaciones, es moralmente superior a destruirla. Mucho camino queda por recorrer.

El miedo a la libertad (E.Fromm) tiene hoy aspectos curiosos. Además del goteo de víctimas de la violencia doméstica –que no cesa-, es evidente que muchas parejas siguen juntas por conveniencia, aunque se detesten. Se aguantan el uno al otro simplemente porque sacan mutuo beneficio, como la rémora lo saca del tiburón y viceversa. Han llegado a una especie de encefalograma plano en su relación, cosa absolutamente intolerable para la perversa, desobediente y vital Lilith, que hoy prefiere estar sola a vivir la más gris de las existencias. Sola ante la previsible catástrofe, pues el propio Lévi-Strauss es pesimista respecto al futuro, afirmando sin rebozo que la antropología culminará en ”entropología”, es decir, en entropía, en la extinción, debido a que el hombre no ha sabido observar sus responsabilidades con la creación.

Pero eso lo dice él. A mí me parece que hay motivos para el optimismo, pues legiones de mujeres forman hoy los movimientos de defensa de la vida y luchan contra el neoliberalismo que todo lo machaca. Madres solteras se espabilan para sacar a sus hijos adelante, a veces con la ayuda de abuelas que hipotecan su tiempo libre. Jóvenes estudiantes se esfuerzan en las universidades como jamás en la Historia. Emigrantes trabajan sin descanso para mandar dinero a sus familias… En todos los frentes las capacidades femeninas que hombres y mujeres poseemos, por fin salen del armario. La feminización de la cultura avanza lenta, pero de forma imparable. No retrocederemos. Aunque para ello tengamos que hacernos amigas del mismísimo diablo.

“Legiones de mujeres forman hoy los movimientos de defensa de la vida y luchan contra el neoliberalismo que todo lo machaca”

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