Opinió

China

China ha pasado de ser poco menos que el objeto de las cuestaciones del Domund a convertirse en un gigante económico. El gran salto adelante de China, todo un continente, es más que perceptible y confirma el retorno del poder mandarín. China es hoy una gran potencia comercial, una poderosa máquina exportadora que tiene a muchos de sus nacionales desplazados, a modo de agentes de venta, por todos los rincones del mundo. De los cinco millones de extranjeros que viven en España, 185.000 son chinos. Los que proceden del gigante asiático son una de las comunidades que registran un crecimiento más sostenido y una de las que tienen un mayor protagonismo comercial. Lo que inicialmente eran restaurantes de comida china y bazares de baratijas, los populares todo a cien, ha experimentado una notable diversificación en sus negocios. La escuela de emprendedores china se abre paso a golpe de trabajo e iniciativas. El estereotipo de trabajar como chinos sigue siendo válido.

Los chinos son vistos como un grupo cerrado, que se apoyan entre sí, una comunidad hermética que no se mete en problemas, pero que en la segunda generación se integra en el país de acogida. De hecho es una comunidad que despierta mucho menos recelo que otras más próximas y que llevan muchos años entre nosotros. Los chinos van a lo suyo, a sus pequeños negocios, y lo que menos les interesa es tener problemas.

El brutal cambio de China es multidimensional. Los países llamados desarrollados suspiran por su turismo, por sus nuevos ricos, y por las inversiones de sus magnates. Es la evolución del comunismo chino, el de los dos sistemas.

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