Opinió

Los deshollinadores judíos

El fundamentalista piensa que está en posesión de la verdad, de la verdad absoluta. Una verdad por la que se puede morir y matar. No se cuestiona que pueda estar equivocado. Está convencido de que todos aquellos que piensan de forma diferente están equivocados. Los terribles asesinatos de París nos muestran de forma palmaria esa forma de pensar y de proceder. Dice el escritor Amin Maalouf, de origen libanés, que “ninguna causa es justa cuando se alía con la muerte”. El dogmático no admite la duda porque la considera una amenaza para su dogma. No puede haber resquicios por los que se filtre la interrogación.

En el libro “Cuentos que mi jefe nunca me contó”, de Juan Mateo, he leído al respecto significativa historia:

Un joven acude a un rabino para decirle que desea que le enseñe el Talmud porque todos los judíos que conoce son ricos y él quiere serlo. El rabino le dice que se encuentra en un error porque ser judío es una ideología, una religión y no un modo de hacerse rico. Cuando el joven se despide diciendo que buscará otro maestro judío que le entienda, el rabino le dice que le va a proponer cuatro cuestiones y que, si acierta una de ellas, accederá a enseñarte el Talmud.

El joven asiente entre curioso y esperanzado. Dice el rabino:

– Dos deshollinadores judíos se caen por una chimenea. Uno sale limpio y el otro sucio. ¿Quién de los dos irá a lavarse?

El joven contesta:

– Es evidente que el que está sucio.

– No, responde el rabino. Desde el punto de vista de la realidad irá a lavarse el que está limpio. Porque cuando el sucio mire al que está limpio, pensará: yo también lo estoy. Y cuando el que está limpio mire al que está sucio pensará que él también lo está. Por eso irá a lavarse. El rabino procede a plantear la segunda cuestión: – Dos deshollinadores judíos se caen por una chimenea. Uno sale limpio y otro sucio. ¿Quién irá a lavarse?

– El que está limpio, contesta el joven con aplomo.

– Pues no, dice el rabino, porque desde el punto de vista de la verdad, el que está limpio ve que está limpio y el que está sucio comprueba que está sucio. Así que irá a lavarse el que está sucio.

Le plantea la misma cuestión por tercera vez y el chico contesta sin vacilar pensando que esta vez su respuesta será la deseada.

– Una vez el limpio y otra vez el sucio.

– No señor, dijo el rabino, desde el punto de vista metafísico es imposible que dos personas que han caído por la misma chimenea, una salga limpia y otra sucia.

El rabino le plantea la cuarta y última cuestión. Y utiliza los mismos términos para hacer la pregunta. El alumno contesta de manera que considera inobjetable:

– Desde el punto de vista de la realidad el limpio, desde el punto de vista de la verdad el sucio y desde el punto de vista metafísico el problema no tiene sentido ya que no pueden salir de la misma chimenea uno limpio y otro sucio.

El rabino contestó:

– Pues no. No tienes razón ya que, desde tu punto de vista, no puede haber dos deshollinadores judíos, ya que todos los judíos son ricos.

Hay muchos puntos de vista sobre la realidad, como nos muestra esta historia. Algunas personas se consideran en posesión de la verdad. Nunca piensan que puede haber en sus posiciones un resquicio de duda. Qué error.

Recuerdo una sentencia del Talmud que cuenta que en un debate controvertido un alumno del maestro emite una opinión bien argumentada sobre la cuestión. El maestro, después de escucharlo atentamente, dijo:

– Tienes razón.

Inmediatamente pide la palabra otro alumno que expone su opinión sobre el tema expresando la idea opuesta a la de su compañero.

El maestro apostilla:

– Tú también tienes razón.

Un tercero levanta inmediatamente la mano para decir lo siguiente:

– ¿Cómo puede ser que quien da una opinión tenga razón y el que da la opinión contraria también la tenga? Eso es imposible.

El maestro se dirige a este último interviniente y le dice:

– Tú también tienes razón.

Pensar que uno tiene toda la razón es echar raíces en el terreno del error. No admitir la duda es un signo inequívoco de fundamentalismo.

En el libro “La librería de los finales felices” se dice: No discutas con un idiota, porque te llevará a su terreno y te ganará por experiencia”. El idiota cree que solo él tiene la verdad. Y por eso no es capaz de abrirse a cualquier otra. El idiota confunde pereza de pensamiento con firmes convicciones.

Nicolás de Cusa hablaba de la docta ignorancia. La docta ignorancia es el conocimiento de los límites de nuestro saber, es la conciencia de nuestra ignorancia, es la actitud prudente del sabio ante las limitaciones de nuestras facultades. El que sabe mucho, sabe también cuán grande es su ignorancia. Por eso los sabios suelen ser humildes y los necios, petulantes.

Por eso, creo que la lucha contra el dogmatismo no está en las armas sino en los libros, no está en la guerra sino en la educación.

“El que sabe mucho sabe también cuán grande es su ignorancia; por eso los sabios suelen ser humildes y los necios, petulantes”

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