Opinió

Guiños femeninos

El Mundial de fútbol femenino nos dejó un sabor amargo, y no sólo por la derrota de la selección española ante el equipo de Corea del Sur, que la dejaba fuera del mundial de Canadá, sino también porque puso sobre la mesa lo que muchas jugadoras viven desde hace tiempo y en silencio: impera el machismo en el fútbol y los primeros responsables de que sea así son los directivos de la Federación y, por supuesto, los de la FIFA, que es la institución que gobierna las federaciones de fútbol en todo el planeta desde mayo de 1904 y tiene su sede en Zúrich, Suiza.

Las jugadoras españolas de fútbol femenino hicieron saber sus quejas de manera pública y sin matices. La derrota es producto de la falta de una apuesta decidida por el fútbol femenino.

Otorgarle la medalla Castelao a Verónica Boquete, jugadora gallega que juega en el Bayern de Munich y es la capitana de la selección española de fútbol femenina, representa, por tanto, un gesto de reconocimiento para ella en lo personal, pero también para el conjunto de las jugadoras de fútbol y, por extensión, para el deporte en femenino en general. Hacerlo en este momento le otorga aún mayor valor al premio. Pero no es suficiente. “Es un guiño al deporte femenino” decía Verónica al recibir su medalla. Hacen falta muchos guiños como este a todas las deportistas y en todas las disciplinas.

Podemos entender que existan deportes que arrastran masas y generan un enorme negocio, como es el caso del fútbol masculino, pero eso no debe suponer en ningún caso un desprecio por las disciplinas femeninas. No se puede aceptar, menos aún desde la Administración o desde las federaciones, que la práctica femenina sea tratada como deporte de segunda categoría, como el pariente pobre que no hace más que estorbar. Es inaceptable, en una sociedad que se dice progresista y democrática, que la práctica deportiva femenina sea menospreciada o, en el mejor de los casos, tratada con indiferencia.

Hacerlo es desperdiciar el talento y energía de miles de mujeres que, en silencio, sin cámaras ni focos, dan lo mejor de sí mismas sólo para conseguir el reconocimiento deportivo.

La situación de discriminación que viven las jugadoras del deporte estrella no es única. Una baloncestista me comentó hace sólo unos días: vivir del baloncesto para una mujer es casi imposible, hay que irse fuera, buscarse la vida en otros países. Y Susana, una campeona en artes marciales, me decía: estamos doblemente castigadas, primero por ser un deporte minoritario y luego por ser mujeres.

Los ejemplos abundan, no así las soluciones. O, en todo caso, la voluntad para plantearlas. Por el momento adelanto dos posibles explicaciones. ¿Quiénes mandan en la Federación de Fútbol? En ninguno de sus órganos de dirección, Asamblea, Comisión Delegada o Junta Directiva encontramos un nombre de mujer. ¿Tal vez ahí está la primera barrera? Es muy probable, aunque seguramente no es la única.

Las jugadoras de fútbol demandaron a la FIFA por obligarles a jugar en un campo de césped artificial, pero retiraron la demanda por la presión de este organismo. ¿Las propias deportistas guardan silencio? Probablemente. Lo cierto es que el papel que deben hacer no es nada fácil: es un pequeño Goliat contra un David armado de recursos de toda índole. Es necesario que estas deportistas se sientan apoyadas y reconocidas, ellas son las mejores para pelear por lo suyo. Pero es necesario y urgente que sepamos que esa batalla es la de todos. Basta ya de discriminaciones.

“Es inaceptable, en una sociedad progresista y democrática, que la práctica deportiva femenina sea menospreciada”

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