Opinió

Riesgos

 Los grandes banqueros, los mayores empresarios y los gestores de más notoriedad, coinciden en que la incertidumbre ha dejado de ser económica. Los líderes de opinión disponen de atalayas que les permiten ver si realmente crece la hierba y las cosas se mueven. Se entiende que la actividad va recuperando el pulso y que el crecimiento acelera, pero persiste la incertidumbre y riesgo, ahora claramente asociados a la clave política. En los últimos años el malestar social ha terminado por cristalizar en planteamientos políticos que están ya influyendo en la marcha del conjunto.

La expresión de los riesgos de gobernabilidad se concreta en el populismo de Podemos, que rompe el tradicional mapa electoral español, y en el factor independentista. El populismo, que es el temor de las clases medias ante una deriva insufrible, tiene carácter social, y el independentismo supone una demanda de reconsideración territorial cuyo alcance y consecuencias no son fáciles de medir. Esas son las espadas de Damocles que se dejarán sentir a lo largo de un año electoral muy denso, excesivo.

Se está reformulando la acción política, se vive una vuelta atrás a los años difíciles de la transición en los que se escribía con dificultad la democracia y se asistía a la puesta de largo de la Constitución. Muchos años después se pide un nuevo proceso constituyente, una nueva Constitución huérfana de la apelación al consenso, a la voluntad y aprobación de todos.

Esta por ver cómo quedará la gobernación después de esos procesos en marcha; el problema es el riesgo de la ingobernabilidad, la ausencia de mayorías cualificadas. Ese es el horizonte.

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