Opinió

Adolescentes en riesgo

Una gran parte de adolescentes está aquejada de un interés desmedido por ser especial, por ser popular, que tiene mucho que ver con la necesidad de sentirse fuerte, reconocido en su entorno social e, incluso, superior a los demás. Tratar de destacar surge del temor a ser comparado, al sentimiento de superioridad, al orgullo… procesos que si en un adulto provocan desazón, en un adolescente llegan a provocar sufrimiento y alteraciones graves en su comportamiento. Esta búsqueda de la popularidad consiste básicamente en sumar amistades en las redes sociales, intentando lograr el máximo reconocimiento posible en el mundo virtual, y que muchas veces deviene en un efecto secundario negativo y es que en el camino se sienten marginados los que no lo logran.

Durante la adolescencia se producen cambios claros en los modelos de relación, las amistades se ven como fuentes de apoyo, consejos y retroalimentación, como patrones para el comportamiento y como referencias para comparar sus cualidades y destrezas personales. Las relaciones con los padres se ven alteradas y la autoridad parental se llega a ver como una cuestión que empieza a abrirse al debate y la negociación. Si a un adolescente se le ayuda a desarrollar el sentimiento de que es único, y que su originalidad proviene de su propia existencia, que no tiene que ser valorada en comparación con nada, sobreviene una cierta estabilidad emocional y su actividad mental se reconduce a cauces más positivos para él. Por otra parte, cualidades como la sencillez reconduce a la inteligencia a actividades que no tienen que ver con la competitividad televisiva que tanto machacan sus mentes desde todos los medios de comunicación.

La sencillez hace valorar más la experiencia de su vida y entorno real. La sencillez en un adolescente no lo convierte en un ser triste, ni en un marginado, ni en un friki, no hay que privarse de la diversión, ni del deporte, ni de la moda, ni de la tecnología social, es vivir aprendiendo con gran intensidad, vivir con inteligencia, donde la motivación es cada vez más correcta y está mejor orientada, y reporta al adolescente bienestar y, algo cada vez más escaso en los adolescentes, profundidad. Nuestros jóvenes leen por encima eslóganes más que textos, el llamado pensamiento twitter.

Otro pensamiento muy presente en los adolescentes es el derecho a la búsqueda de la felicidad. Ello introduce en la mente de los adolescentes, y cada vez más en la de los adultos, una desazón constante. Vemos repetido hasta la saciedad el ilusorio «derecho a ser feliz», algo tan irreal como decir que se tiene derecho a ser simpático o caer bien a todo el mundo, por lo que el sainete ya está servido. ¿En qué se traduce entre los adolescentes actuales este derecho a la búsqueda de la felicidad? Se traduce en un derecho a elaborar uno mismo un proyecto vital que le permita alcanzar un ideal que previamente hemos reconocido como óptimo para nuestras vidas y, que será normalmente una quimera, dado el elevado concepto que tenemos sobre nosotros mismos. Este derecho a la búsqueda de la felicidad se ha constituido en la actualidad en el derecho a confeccionar su biografía al margen de cualquier realidad y al dictado de sus deseos, sueños y ensueños, por supuesto, considerando que se merecen mucho más de lo que tienen. Pero detrás de este derecho a la felicidad y cegados de sueños y sensiblerías se malogran muchas vidas.

Dentro de la historia de las mentalidades este derecho a la búsqueda de la felicidad es relativamente una novedad. Durante siglos, la gente aceptaba que el su vida se habría de desarrollar en el escenario que le había visto nacer, es decir, se nacía, se vivía y se moría casi siempre en el mismo lugar, lo más normal era trabajar y heredar el oficio familiar.

En nuestros tiempos, es habitual, por ekemplo, que una persona joven sin dotes artísticas llegue a concluir que quiere ser artista. De nada servirá decirle que su sensibilidad para el arte sea escasa o nula, tratará de imponer su vocación calculada o inoculada contra toda racionalidad. Cerca de la treintena, esta vocación prefabricada, le hará enfrentarse con su familia, que probablemente ya se habrá bajado de ese burro, desgraciará su noviazgo, empezará a pasar estrecheces y sentirá envidia de ciertos amigos que ya irán cosechando los frutos de proyectos más realistas. Con la cuarentena, aquel artista que quería serlo de una forma hollywoodense careciendo de dotes y talento, ya es consciente de que nunca alcanzará su sueño, probablemente una cierta depresión empezará a gobernar su vida y se convertirá en una persona resentida que salpicará de amargura a las personas que le rodeen.

Por eso es mejor ser sencillo que popular, y la búsqueda de la felicidad es una actitud de todos los días, no una meta ilusoria que se convertirá en infelicidad.

“La sencillez en un adolescente no lo convierte en un ser triste, ni en un marginado, ni en un friki”

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