Opinió

Un mundo en transformación

Desde que el mundo es mundo existe el cambio y la historia no es más que un intento de explicarlo y dar razón de ello. Sin embargo, el devenir de la historia no es algo lineal y siempre predecible.

Según Klaus Schwab, aunque efectivamente estamos al final de la etapa de la revolución digital, que define como la tercera revolución industrial, a la vez estamos en los inicios de una nueva revolución tecnológica, la cuarta revolución industrial, cuyo desarrollo se dará de un modo tan rápido que las etapas de su desarrollo se van a superponer unas a otras. Klaus Schwab no es un profesor que está en un rincón de una universidad anglosajona de solera, sino que es un personaje muy activo en las esferas del liderazgo mundial. Es el fundador y presidente ejecutivo del «World Economic Forum» institución conocida por ser la organizadora del encuentro anual de líderes mundiales en la ciudad suiza de Davos. Los encuentros de Davos, que inicialmente era para líderes empresariales, son actualmente cita obligada para todo aquél que quiera pulsar de primera mano el ambiente económico y geopolítico global.

Para Schwab esta nueva revolución industrial se diferencia de las anteriores en tres aspectos principales: velocidad, multidisciplinariedad y que el cambio se da en sistemas completos.

1. La velocidad. Mientras las revoluciones industriales anteriores tardaron décadas en desarrollarse, ésta en cambio, está llegando «como un tsunami».

2. Multidisciplinariedad. El cambio tecnológico no está relacionado con una sola área, sino que serán múltiples las áreas que darán saltos simultáneos y van a interactuar entre ellas: sectores como la nanotecnología, la robótica, la inteligencia artificial, la impresión 3D, nuevos materiales, la informática y las redes entre otras. Además estas tecnologías complejas se difundirán y se harán asequibles más rápidamente.

3. Sistemas completos. Esta revolución no presenta la innovación de un producto o un servicio sino la innovación de sistemas completos. Pensemos, por ejemplo, en las consecuencias de introducir plataformas como la de Uber: provoca una nueva forma de intercambio (economía compartida) en la que la separación entre producción y consumo se difumina y la relación entre empleado y empleador se transforma en simples partes contratantes cuyas responsabilidades, a falta de más regulación, son únicamente las establecidas en el contrato.

La cuarta revolución industrial ejercerá su influencia en todos los aspectos de la sociedad1. Las pequeñas empresas, que son más flexibles, podrán adoptar los cambios de manera más rápida; por ello es de esperar que las más ágiles devoren a las más grandes antes de que éstas puedan reaccionar. En el mercado de trabajo la robotización sustituirá muchos trabajos propios de empleos de la clase media. Pensemos en jueces, abogados, contables, financieros, médicos, maestros, policías, cuidadores, etc., que establecerán procesos automatizados y que podrán actuar de modo autónomo. Los gobiernos también se tendrán que adaptar al ritmo de cambio y a un cambio en el modelo de interacción con los ciudadanos; los legisladores, a su vez, tendrán que ir constantemente poniendo al día sus conocimientos para revisar las leyes y reglamentos.

La emergencia de robots con capacidad de decisión cambiará la manera de relacionamos. Los más pesimistas vaticinan, tal como ya reflejan algunas obras cinematográficas del último lustro, un choque entre humanos y robots.

Schwab, en un artículo, formula esta pregunta como titular: «¿Podrá la cuarta revolución industrial tener un corazón humano?». Su previsión es que sí, que es posible poner la tecnología al servicio de los más nobles valores humanos, o más específicamente, crear robots que nos mejoren y colaboren a la felicidad humana. Posible sí lo es, pero eso no quiere decir que vaya a ocurrir.

“¿Podrá la cuarta revolución industrial tener un corazón humano?»

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