Opinió

El niño en la cima de la montaña

John Boyne, que escribió hace algunos la sobrecogedora novela “El niño con el pijama de rayas”, ha vuelto a abordar el tema del nazismo con “El niño en la cima de la montaña”.

Un niño parisino, Pierrot, ha tenido una infancia similar a la de cualquier niño de su época y ciudad de nacimiento. La guerra que se avecina trastocará el destino de millones de personas. Nos hallamos en el París de 1935. Al morir los padres de Pierrot, es enviado a un orfanato. Y, de pronto, es reclamado por su tía Beatrix que trabaja como ama de llaves en una mansión situada en la cima de una montaña: nada más y nada menos que del Berghof, la residencia que Adolf Hitler tiene en Los Alpes de Baviera.

A sus siete años, Pierrot se verá inmerso en un mundo fascinante y seductor. Hitler, que aceptó de manera displicente la propuesta de su ama de llaves  de acoger a su sobrino, va fraguando con el niño una estrecha relación. La influencia va siendo tan absorbente que el niño va haciendo suyas las ideas de su poderoso mentor. Pronto empieza a militar en las Juventudes Hitlerianas y se va transformando en un fanático nazi, capaz de las más repugnantes ideas y de las más viles acciones.

De manera imperceptible se va produciendo un cambio de la personalidad debido a las influencias (¿educativas?) de su líder. Y es ahí donde quiero poner el énfasis. ¿Lo que hace Adolf Hitler con ese niño es educación? Es mero adoctrinamiento, una fidelización morbosa y destructiva de los sentimientos y de las ideas más nobles. Pierrot cambia hasta de nombre.

¿Qué pensaba el dictador?, ¿no creía él que estaba llenando la mente del niño primero y del joven después, de nobles sentimientos por la patria, de ideas magníficas sobre moral y de principios de acción que dignificaban su vida y salvaban del desastre a la humanidad? ¿Pensaba que lo estaba educando o que lo estaba pervirtiendo?

Y se fortalece la cuestión al preguntarnos si Pieter se sentía satisfecho de sus nuevos ideales, de su lealtad a una causa y a un líder.  Una lealtad que lo justifica todo, hasta la delación y la muerte de seres queridos.

En la novela hay personajes que ven con ojos críticos esa labor de captación, de transformación, de seducción, que me resisto a llamar educativa.

– Me da miedo pensar en qué clase de hombre  va a convertirse si esto sigue así –dijo Beatrix-. Hay que hacer algo. El Fürher dice estar iluminando las mentes del pueblo alemán… pero en realidad es la encarnación de las tinieblas.

Lo mismo me planteo respecto a otros casos de adoctrinamiento. Pienso en el caso de los yihadistas que se convierten en asesinos de inocentes y se inmolan a sí mismos en aras de unos ideales que les han metido en la cabeza a fuerza de enseñanzas perversas. ¿Les han educado o les han lavado el cerebro?

¿Quién decide que es educación? ¿Quién decide que es adoctrinamiento? El adoctrinamiento es el conjunto de medidas y prácticas formativas y de propaganda encaminadas a inculcar determinados valores o formas de pensar en los sujetos a los que van dirigidas.

Intentaré esbozar una respuesta que incluye cuatro razones. En primer lugar, el concepto de libertad. El adoctrinador no deja libertad de opción al adoctrinado. Éste tiene que pensar, sentir y actuar de una determinada manera. De lo contrario estará fuera de la verdad y fuera del bien. El adoctrinador impone los valores, no los propone. Un valor que se impone, deja de serlo.

En segundo lugar, desde la educación es necesario ejercer la crítica, el análisis, la discrepancia. Porque en la educación no se trataría tanto de que piensen como nosotros sino de que aprenda a pensar, de que decidan como nosotros sino que aprendan a decidir por sí mismos.

En tercer lugar, la educación exige respeto a la autonomía del educando. Frente a la heteronomía que impone el adoctrinador, la educación busca que no dependa del pensamiento de otro.

En cuarto lugar hay que remitirse a la ética universal. Porque la ética universal tiene valores indiscutibles: libertad, solidaridad, justicia…

“El adoctrinador impone los valores, no los propone, y un valor que se impone, deja de serlo”

Comentaris
To Top