Trabajo

Publicat el 27 d’octubre de 2014 a les 21:08
Actualitzat el 08 de juny de 2018 a les 10:28
Uno de los muchos informes que dan a conocer los organismos internacionales recuerda que el español medio trabaja al año 300 horas más que un alemán, y 175 horas más que un francés. Un dato en bruto que vendría a indicar que rendimos poco en el trabajo frente a los metódicos y organizados teutones. La cosa adquiere perfiles de verdad de fe cuando las mismas fuentes apuntan que dentro de la OCDE nos superan en horas trabajadas los mexicanos, los coreanos o los griegos. La correlación sería de más bienestar, menos horas trabajadas. Pero las cosas no son tan simples, pues parte del secreto está en el reparto del trabajo. En Alemania, país con poco paro, hay muchos trabajadores a tiempo parcial, con bajos salarios, millones de mini Jobs. Al calcular las horas medias trabajadas por ocupado aparece un “ratio” bajo. Y Francia todavía arrastra los efectos de las 35 horas semanales, hoy en discusión. En el actual contexto de crisis económica y de empleo, vuelven a ganar actualidad las voces que sugieren la conveniencia de repartir el trabajo disponible, de trabajar menos para que puedan trabajen más. Una de las fortunas del mundo defiende la tesis de reducir los días de trabajo, y aumentar las horas diarias, para dejar espacio para otros y facilitar tiempo a los ocupados. De momento la idea, saludada por algunos sociólogos, es celebrada como una ocurrencia utópica por muchos. Si se dispone de más tiempo y no hay dinero para gastar, el balance no se entiende positivo. El ocio requiere tiempo, per también dinero. No todo el mundo celebra contemplar las estrellas y pasear, el dolce ‘far niente’ es otra cosa.