Sedes

Son muchas las componendas que interactúan en la elección de la sede para organizar campeonatos del mundo de cualquier especialidad y se pone en juego la capacidad de influencia para inclinar la voluntad de los que votan. El país que lograba sumar más apoyos se llevaba el gato al agua. Ahora la gestión de los apoyos no es fruto de la venta de las bondades de un proyecto, sino que se concede la organización al país que paga más, no al que ofrece mejores garantías de éxito organizativo y deportivo. La exhibición obscena del dinero explica el creciente protagonismo de algún país del grupo de los nuevos ricos, como Qatar. A los qataríes, chequera en mano, les han concedido el mundial de balonmano (2015), el de ciclismo (2016), el de fútbol (2022) y hace unos días el de atletismo, previsto para 2019. Sus credenciales tienen poco que ver con la tradición deportiva, el apoyo popular y el buen clima. Lo suyo se relaciona de forma directa con el dinero y si requieren infraestructuras, instalaciones o lo que sea, comprarán lo que sea preciso para asegurar el buen fin de los eventos. Si en nuestra sociedad es frecuente que los nuevos ricos pretendan presidir entidades deportivas para potenciar su prestigio social y dar brillo a sus posibles, es normal que los países bañados en petrodólares se muevan para lavar su imagen y mejorar su reputación. Qatar, patrocinador del Barça, es un buen ejemplo de ello. Una vez más se cumple el viejo dicho de que poderoso caballero es don dinero. Los qataríes y otros saben que tienen buenos argumentos para competir y abrirse al mundo, y los utilizan en todas las direcciones, incluso en algunas poco confesables.