El mundo, el de la riqueza y el de la pobreza, cambia a ritmo tan acelerado. La revista Fortune, que publica el ranking de de las empresas más grandes de Estados Unidos, confirma que más de la mitad de las que están en esa selecta lista no hacían acto de presencia en 1995. En dos décadas se ha producido una mutación llamativa, que probablemente es de rasgos muy similares en la mayoría de países con economías desarrolladas.
En los países emergentes se asiste a la aparición de negocios y empresas que no existían tan sólo hace unos años. Empresas de nuevo cuño, como Alibaba dedicada al comercio electrónico, no existían años atrás y hoy crecen a velocidad mareante. Los asiáticos están ganando terreno a los yanquis y a los europeos y se convierten en jugadores de primer nivel en el tablero financiero y empresarial planetario. El presente ya es casi suyo y todo hace suponer que a corto plazo su protagonismo crecerá de forma más que notable.
El Informe Millonarios 2015, promovido por UBS y PwC, apunta que un número creciente de megarricos, los que tienen más de mil millones de dólares, reside en Asia.Y de los 1.300 superricos, el 66% no heredó su fortuna, sino que la creó. Son datos que demuestran un cambio social gigantesco y que evidencian que el ascensor social funciona. La riqueza se multiplica, cambia de manos y se diversifica geográficamente.
El mundo, que dejó de ser bipolar, avanza de forma incontenible, sin respetar fronteras. Y eso ocurre en casi todo el planeta. El cambio derriba barreras, arrasa con todos los obstáculos y ofrece oportunidades y riesgos. Ese es el signo de los tiempos, de todos los tiempos.
