Opinió

Quitas

Existe una corriente de opinión, por no hablar de campaña, que coincide en alinearse con los que sostienen que la economía española vive un claro, aunque frágil, proceso de mejoría. Los datos presentan suficientes claroscuros, pero crear un ambiente favorable, con algunas gotas de optimismo, es indispensable para sostener e impulsar el débil crecimiento que ofrecen los indicadores. Los motores de nuestro entorno no funcionan a pleno gas y ello dificulta la salida de la crisis.

Por otra parte los pasivos del pasado inmediato todavía son un lastre considerable. La banca mantiene en sus balances más de 40.000 millones de créditos refinanciados asociados a la morosidad del ladrillo. Son operaciones destinadas a dar oxígeno a los que pidieron crédito y no están en condiciones de devolverlo. Es hinchar y patear la pelota hacia adelante con la confianza de que las cosas mejoren y se pueda recuperar algo del desastre.

Si en el entorno empresarial y en los presupuestos públicos el común denominador para enfrentar la crisis ha sido la austeridad, los recortes generalizados, la palabra maldita han sido las quitas. Las compañías que entran en situación concursal plantean unas quitas como nunca se vieron y los acreedores, que temen lo peor, acostumbran a renegociar las condiciones de la deuda. De lo perdido, recupera lo que puedas.

Lo malo es que las empresas en dificultades, que no son pocas. se apuntan a renegociar la deuda con peticiones de quitas inimaginables años atrás. Y los acreedores se encuentran entre la espalda y la pared. Generalizando las quitas no hay futuro, pero sin ella tampoco está clara la salida de esa encrucijada fatal.

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