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El Ibex 35 cerró la pasada semana, por primera vez desde hace dos años y medio, por encima de los 10.000 puntos, una barrera simbólica que ha merecido portadas y comentarios múltiples que sirven para dar carta de naturaleza a la euforia. Dice Botín, que de dinero algo sabe, que en España está entrando dinero a espuertas, dinero caliente que espera materializar jugosas plusvalías si se mantiene el vigoroso tirón alcista, aunque pueda acaecer alguna marcha atrás para tomar impulso.
Siempre se ha dicho que la Bolsa anticipa el futuro, y esa primavera bursátil habría que interpretarla como un buen presagio de cara a lo que se intuye, una dinamización de crecimiento del PIB. Parece que los mercados e inversores internacionales atisban la recuperación y con sus compras avalan y reafirman el optimismo un tanto fatuo que proclaman los voceros oficiales y asimilados. La recuperación, hasta ahora, es un ratón, no un  elefante.

Queda mucho camino por recorrer y no está de más recordar que para llegar a los 15.945 puntos de agosto de 2007, antes de que se hablara de desaceleración y de que se manifestara la crisis mil veces negada, la Bolsa debería subir alrededor de un 60% por término medio, y algunos valores bastante más. De momento no puede negarse que la euforia financiera vuelve al primer plano.
Casi con seguridad la mayor parte de dinero que entra es extranjero y de grandes inversores. Los que creyeron en el capitalismo popular, en las matildes, repsoles, en las preferentes y subordinadas, están escaldados y esquilmados. Posiblemente ese dinero entrará a destiempo, cuando la burbuja esté hinchada.

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