En lo que va de siglo, el precio promedio de las materias primas prácticamente se duplicó. Ha sido un superciclo que ha cambiado el mundo. A los exportadores de soja, hierro,algodón, aceite, cobre, trigo, petróleo, madera y tantos otros productos les ha sonreído la fortuna. Han aparecido nuevos ricos que vendían más y a precios altos, y algunos países han usado esos mayores ingresos para mejorar las condiciones de vida de millones de personas. Otros, como los que han amasado petrodólares, se han dedicado a recrear su opulencia. Esta alza sostenida contrasta con el hecho de que durante el siglo XX los precios de las materias primas, ajustados a la inflación, cayeron en promedio el 0,5 % cada año, con independencia de que también hubo períodos en los cuales los precios subieron. Los productores de materias primas, con potentes sectores extractivos, vendían cada vez a menores precios y pagaban precios cada vez más caros por productos con elevado componente tecnológico. Un balance desigual que se está reequilibrando por la mayor valoración de las materias primas. Los pobres son algo menos pobres en buena parte por la creciente intensidad de la demanda asiática, especialmente de China que está aumentando sus importaciones agrícolas un 23% cada año. China es insuficiente en el capítulo agroalimentario y no duda en comprar y explotar tierras en cualquier parte del mundo. Algo está cambiando a escala planetaria. China e India significan casi el 40% de la humanidad, un mundo que antes no contaba y que ahora empieza a tirar de la demanda de todo tipo de materias primas, alimentos incluidos.
