Un estudio elaborado por Esade sobre las empresas familiares catalanas concluye que el 40% de las mismas está en riesgo de desaparecer en tanto que el 31% presentan un riesgo bajo y tiene muchas opciones para superar la época de vacas flacas. A consecuencia de la crisis, muchas se han visto obligadas a reinventarse y adaptarse a la situación económica para sobrevivir.
El modelo empresarial catalán se fundamenta, en una proporción superior a la media española, en las empresas familiares, razón que justifica que muchas instituciones pongan el acento en ellas a las que se atribuye una mayor vulnerabilidad, menor capacidad para hacer frente a la situación actual. El problema de fondo es si hay mucha diferencia en lo referente a mortalidad empresarial con las sociedades que no tienen el carácter de familiares.
La propiedad de las empresas no es un elemento determinante en orden a la viabilidad y continuidad de un proyecto. La familia-empresa tiene sus propios virus pero también aporta una reserva de vitaminas que, en no pocas ocasiones, y a veces un tanto inconscientemente, se pone al servicio de la continuidad. La defensa del nombre, parte del patrimonio familiar, es una divisa de indudable fuerza.
De hecho, Catalunya es un buen ejemplo de un selecto ramillete de empresas familiares que han sabido superar el relevo generacional, abrirse paso en los procesos de internacionalización y mantener una imagen excelente. A la postre, los vínculos familiares han sido nido de problemas y fuente de energía. Hay ejemplos de éxito y de fracaso, pero aquí las empresas familiares, por ser piezas básicas de la sociedad civil, despiertan un gran interés.
