Opinió

Iglesia

La Conferencia Episcopal ha presentado la memoria de actividades del año 2008, un ejercicio destinado a dar cuenta del empleo de los fondos que recibe con la intermediación de la llamada Asignación Tributaria.  La Iglesia Católica, a diferencia de partidos políticos y sindicatos, se financia exclusivamente por las aportaciones directas de los fieles o a través de las declaraciones voluntarias de quienes deciden destinar el 0,7 a los fines establecidos por la Conferencia Episcopal.
Más de siete millones de contribuyentes marcaron la casilla correspondiente a la Iglesia Católica, que aportaron 252 millones de euros. En contrapartida, la labor social, educativa  y asistencial de la Iglesia a la sociedad puede evaluarse en 30.000 millones de euros. Esos datos, que la memoria detalla, vienen a demostrar la capacidad de la Iglesia para devolver el ciento por uno de lo que recibe de la sociedad.

Nadie discute, ni siquiera el ateo más convencido, la contribución de la Iglesia a la conservación del patrimonio cultural religioso, uno de los atractivos turísticos del país, o la labor educativa, con más de 1.400.000 de alumnos en centros religiosos, ni su labor asistencial en hospitales, orfanatos, instituciones de caridad, y un largo etcétera.
Con la crisis la función social de la Iglesia crece de forma exponencial, al mismo ritmo  que aumentan las necesidades los más desfavorecidos. Se puede tener fe o no, pero la realidad es la que es, y eso se percibe se sea creyente o no. Por eso las donaciones y aportaciones  registran un crecimiento sostenido, pero insuficiente para remediar tanta precariedad.

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