Serrat y Sabina han lanzado un disco con el título de “La orquesta del Titanic”, todo un signo de los tiempos que nos toca vivir, con música de los maestros para los ahogados sin salvación. La orquesta del Titanic es un ejemplo de cómo afrontar una tragedia con dignidad, trabajando mientras el mundo se hunde a nuestro alrededor. Para los que tienen trabajo ese es el panorama que divisan desde el puente: el progresivo hundimiento de lo que les rodea. Serrat, muy caústico, dice que son bienaventurados los que están en el fondo del pozo porque de ahí en adelante sólo cabe ir mejorando.
La tragedia sin cuento sacude a miles de familias con todos sus miembros en el paro, que actualmente son un millón y medio. Si a ello se añade que centenares de miles de parados han entrado, por razones de edad y formación, en ese agujero negro del que parece imposible salir, la tragedia adquiere tintes dramáticos inaceptables.
Y es que la sociedad no puede aceptar que un paro de más del 20% forme parte de la lógica de la crisis, entre otras razones porque no hay ningún otro país homólogo que tenga tamaño desempleo. Aquí lo que va anticipándose es que el paro puede llegar este año a afectar a 6 millones de personas. El Gobierno dice que sabe lo que tiene que hacer y confía en que la reforma laboral logre invertir la situación y haciendo que la gente vaya dejando atrás el desempleo.
Los ciudadanos quieren soluciones, pero hay un explicable fondo de creciente escepticismo. Algunos esperan mucho de la reforma, condición necesaria pero no suficiente para lograr salir del pozo. Creer es imprescindible, pero cada vez parece más difícil.
