Opinió

Corrupción

El presente se escribe en clave de corrupción, también en el fútbol. Concretamente se investiga una sorprendente victoria del Zaragoza en el campo del Levante, un resultado que sirvió para que los maños salvasen la categoría y hundió en la miseria a un tercero. Al parecer el beneficiado lubricó indecentemente a un equipo que no se jugaba nada. Hablar de honra y dignidad en ese terreno está de más, especialmente si se repara en la personalidad de algunos de los que han manejado los hilos y las cuentas de muchas sociedades deportivas. Los chanchullos, especialmente cuando uno se juega mucho y otro nada, no son moneda común, pero tampoco una singularidad excepcional.

Los que conocen los tejemanejes de ese submundo de trapacerías, hablan de compras y ventas de partidos con familiaridad, negando que se trate de una simple leyenda urbana. Normalmente esas cuestiones se centraban en los árbitros, que podían equivocarse con sus decisiones y con ellas provocar un resultado anómalo. Otras veces se sustanciaba el amaño con la participación torticera de un futbolista veterano, proclive a caer en la tentación de pillar unos miles de euros con un resbalón, un despiste o un una falta máxima. El Sabadell tiene el caso de un defensa cuya actuación en Alicante sembró la duda de extraños y propios, y el despido anticipado del jugador marcado.

Cuando se mueve mucho dinero pasan esas cosas, y pasan también en las tramas corruptas que alteran los resultados para encarecer las apuestas deportivas. El problema es cómo se repara la injusticia, cómo se compensa a los equipos que no han perdido la categoría en el terreno de juego.

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