Opinió

Mejorar al ser humano

Existen interesantes documentales que nos muestran el dinamismo del Universo, de modo que cualquiera sabe que la Tierra se formó hace miles de millones de años, y que entonces era una bola inhóspita llena de magma y vapores venenosos. Poco a poco, las moléculas de esa pasta viscosa envuelta en niebla ardiente, fueron milagrosamente aparejándose obedeciendo al impulso amoroso que se detecta en cualquier lugar, desde un átomo a una galaxia. De esa unión surgieron las primeras estructuras ordenadas. Y luego después de mucho, muchísimo tiempo, esas estructuras formaron las primeras células de materia viva en el caldo de lagunas y océanos. Y de ahí todos los bichos que pueblan el planeta, incluido el más inquietante, el bicho humano.

Bien, ya le tenemos en plena Historia, con sus luchas y sus pasiones, con sus horrores y sus heroísmos, con el poder y la gloria… Y ahora, ¿qué diablos ha sucedido con la evolución? ¿Se ha detenido? No, de ninguna manera. Si, como afirmara Bergson, todo fluye, si la evolución cósmica continúa con la expansión del primigenio Big Bang, si las montañas se erosionan, se pliegan y se quiebran, si los continentes van a la deriva, si los ríos y las playas modifican constantemente su perfil, si todo marcha sin cesar… ¿qué le está sucediendo al ser humano?

Sabemos que evolucionamos a lo largo de las etapas de nuestra existencia aprendiendo de los errores, adquiriendo madurez, ampliando la conciencia y haciéndonos sabios al mismo tiempo que nos hacemos viejos. Ese es nuestro proceso vital en líneas generales. Pero evolucionar no significa siempre mejorar. Insisto: ¿qué le está sucediendo al ser humano? Tras un puñado de siglos, ¿mejora o sigue tan borde como cuando era un caníbal? Leo en la prensa que criaturitas perversas acosan sin piedad en el colegio a sus propios compañeros de clase. Que adolescentes con muy mala leche pegan a sus padres, que demasiados ancianos son maltratados, que la violencia contra las mujeres sigue como si nada… todo eso aquí, al lado de nuestra casa.

Mejorar al ser humano debería ser la principal tarea de la educación. Toda la sociedad participa en el proceso educativo de una persona, y toda la sociedad se beneficia si se logran buenos resultados. A la vista de lo que está sucediendo deberíamos preguntarnos hacia dónde nos conduce la desidia educativa actual. Porque no basta con ser un lince en los negocios o un crack en tal o cual ocupación. Lo verdaderamente importante es que no acabemos a dentelladas unos contra otros.

Y si miramos lo que sucede fuera de nuestro entorno el panorama es aún peor. Pongo la tele y me quedo horrorizada. Ciertos hombres siguen siendo monos desnudos según los bautizara D. Morris. Monos viles y asesinos. Así lo demuestran las heridas de muerte en numerosos puntos del planeta: Ucrania, Siria, el estado islámico, lo de Boko Haram…y tantas otras barbaridades que nos tragamos cada día con el desayuno. Abundan los tipos con el espíritu yerto, deshumanizados, que causan desdicha por doquier. En el orden natural felicidad y dolor más o menos se alternan, igual que la calma sigue a la tempestad. Es un error no querer asumir la ración de dolor “natural” que nos corresponde, pues tanto el uno como la otra son consustanciales con el hecho de vivir. Pero, como si no tuviéramos suficiente con ir arrastrando a trancas y barrancas la losa de la existencia que cada cual lleva sobre sus espaldas, ese ruin mono desnudo -dominador de la Naturaleza y experto en máquinas que matan-, está incrementando y perpetuando de modo artificial y con regodeo la ración de dolor per cápita, aumentándola en todas partes.

Por eso es un imperativo categórico mejorar al ser humano. Parece mentira que no se repare en algo tan obvio. El mal, además de banal (H. Arendt), es más fácil, no necesita esfuerzo, es como si se dejara arrastrar por la segunda ley de la termodinámica, la de la entropía. Por el contrario, cultivar lo mejor de nosotros mismos requiere un trabajo constante, consciente, que involucra todo nuestro ser. Ese simio primitivo de mala voluntad, en cambio, no se cultiva. Está por el odio y la destrucción, neuróticamente repetitivo con la desolación y la tortura. Es incapaz de ponerse en el lugar del otro, de sentir sus pesares, de ser sensible a sus necesidades… No se arriesga en la bondad. No sabe amar. Y claro está: se mueve en círculos sin avanzar ni mejorar, entorpeciendo la marcha general, creativa y buena, la del principio, la que rige al mismísimo Universo. Pobre mono estúpido. Sin crecimiento, sin buenos sentimientos, falto de renovación de ideas, de energías, de limpieza… sin duda acabará pudriéndose agusanado en su propia soledad. En el fondo me da cierta lástima

“Tras un puñado de siglos, ¿mejora el ser humano o sigue tan borde como cuando era un caníbal? ”

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