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¿Realmente queremos ser mujeres?

A lo largo de los años las mujeres hemos tenido que soportar la infravaloración por parte de los hombres. Ser el segundo sexo, dado que estos se proclamaron como el primario y como la denominación básica de ser humano.

Se concibe a la mujer como: aquella cuya función es tener descendientes, aquella que ha de preocuparse por su apariencia física para agradar, aquella que ha de ser femenina. Deberíamos remarcar la característica “femenina”. ¿Qué hace más femenina a una mujer que a otra? ¿Por qué queremos ser femeninas? La feminidad conduce a la atracción, la atracción masculina, lo que nos sigue encadenando al sexo masculino. Déjenme decirles que si ser mujer implica todo esto, me niego a ser mujer.

Ya nos lo venía advirtiendo Simone de Beauvoir en El Segundo Sexo, “La mujer no nace, se hace”. Simplemente nos han educado así, para ser dependientes, para ser frágiles.

Es evidente que nos lo han inculcado desde bien pequeñas, tan solo se tiene que pasar por un parque. Todos habremos escuchado la famosa frase para mofarse un niño de otro “juegas como una niña”. ¿Acaso somos un insulto? O simplemente echar una ojeada a las revistas de juguetes. Juguetes domésticos, sección de niñas.

Admiro a aquellas mujeres fuertes, seguras de sí mismas, independientes tanto en actitud como económicamente y sé que toda especie del sexo femenino lo es y lo puede conseguir. Mujeres maltratadas, mujeres que no creen en ellas mismas, mujeres que se han dejado convencer de que debe ser así. Les hago un llamamiento a estas heroínas: haceros escuchar, sé que todas podéis iluminarnos con una infinidad de capacidades escondidas en una habitación oscura de miedos y que, cuando decidáis darle al interruptor, dejaréis a todos atónitos ante vuestro resplandor. Salid a la calle, alzad el brazo y gritad bien alto: no somos el sexo débil, somos igual que los hombres.

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