Opinió

Democracia y capitalismo

Democracia y capitalismo, son cada vez más contradictorios entre sí. Tiranías privadas sin control están adquiriendo un poder extraordinario sobre todos los aspectos de la vida, poniendo a los ciudadanos en un sillón como espectadores y no en su lugar democrático, en la política.

Las grandes corporaciones tienen una estructura interna que recuerda a formaciones totalitarias. Similarmente también a los sistemas totalitarios, estas empresas a nivel externo, no rinden cuentas a los ciudadanos y actúan de manera depredadora absorbiendo a otras empresas. ¿Cómo los ciudadanos se pueden defender de ellas? A través del Estado. Aunque no parece muy alentador sabiendo el estrecho lazo entre las grandes corporaciones y los estados capitalistas-‘democráticos’ que nos encontramos. Sin embargo, a diferencia de las corporaciones, el Estado sí debe rendir cuentas a los ciudadanos y por lo tanto éstos le deben exigir responsabilidades. En la actualidad hay muchos ejemplos de movimientos ciudadanos, por ejemplo, el movimiento 15 M o movimiento de los indignados en España, el movimiento Occupy Wall Street en Estados Unidos o YoSoy132 en México.

Si observamos lo que son hoy en día uno de los componentes de la democracia, las elecciones ‘libres’, nos encontramos con un circo de márqueting y gestión por parte de los partidos políticos. A los ciudadanos se nos ‘permite’ votar de vez en cuanto a algún usual político, y volver a casa a mirar el fútbol o lo que sea. Estas estrategias relatan lo que algunos teóricos de la democracia han catalogado como ‘la crisis de la democracia’ donde la sociedad es considerada como un grupo de personas ignorantes y donde es necesario una clase especializada (los expertos) que ‘sabe’ cuáles son las ‘necesidades reales’ de la sociedad. Este desprecio a los ciudadanos, o como dice Noam Chomsky ‘falso consenso’ bajo la apariencia de un consenso democrático está basado en el control sobre la opinión pública a través de la publicidad y/o propaganda. En este sentido, los votantes son espectadores-consumistas y no participantes, limitándoles de este modo a informarse, participar y actuar en política.

La concepción de que el ser humano tiene la necesidad de estar envuelto en un trabajo creativo, honesto, activo, y si se quiere de forma voluntaria con otros, sin ningún tipo de coerción, opresión y con derechos inherentes a nuestra naturaleza, parece haber desaparecido de nuestras estructuras sociales e incluso, convicciones. Ahora lo humano parece que solo se mide en términos de su valor en el mercado. Sin embargo, no hace falta ir muy lejos para observar a personas a nuestro alrededor que están apasionadas con sus trabajos, investigaciones y/o creaciones tanto por su interés artístico o intelectual pero también para el bienestar de todos. Aunque estas personas se consideran marginales en nuestras sociedades plutocráticas, estas desestabilizan el logo capitalista que ‘la gente sólo se mueve por dinero’.

Cualquier persona con ojos abiertos sabe que el comportamiento gangsteril de las instituciones financieras y las grandes corporaciones ha causado severos daños a los ciudadanos convirtiendo a muchos de ellos en sobrevivientes en una existencia precaria. Para poder conseguir que las personas tengan control y poder sobre ellas mismas, estas deben ser consideradas personas y tener acceso al poder que ellas quieran democratizar. Las plutocracias no son controladas por la fuerza; nosotros, los ciudadanos, podemos cambiarlas. Los diferentes movimientos sociales nos han y siguen permitiendo ver que la conciencia de la ciudadanía está cambiando y que se están llevando a cabo esfuerzos dedicados a colocar a la sociedad hacia un camino más saludable, un camino democrático.

“Ahora lo humano parece que solo se mide en términos de su valor en el mercado”

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