Hace unos días me encontré con una joven socióloga que después de dos años trabajando en una sociedad de análisis de tendencias pasó a engrosar la lista de parados del Estado. Cansada de no encontrar ningún puesto de trabajo, me explicó que estaba considerando poner en marcha su propia empresa. Nuestra conversación se centró en las dificultades existentes para encontrar un empleo y en las elevadas tasas de paro. Ambos coincidimos en que, si bien se crean puestos de trabajo, éstos son insuficientes y que las retribuciones son bajas respecto al coste de vida. También que aumenta el trabajo a tiempo parcial y la precariedad.
Aspectos que quedan ratificados por “la encuesta anual de salarios de 2014” que publica el INE analizando los salarios de los 14,2 millones de personas ocupadas. La encuesta explicita que un 30% de las personas asalariadas tiene un sueldo bruto mensual inferior a 1.221 euros, que el número de personas con salarios inferiores a 1.000 euros ronda los 3 millones, que aumentan el número de trabajadores a tiempo parcial con salarios bajos o muy bajos, que la mujer sigue siendo minusvalorada profesionalmente puesto que el número de mujeres que cobran menos de 1.221 es 2,08 veces superior al de los hombres (41,1% frente el 19,75%) y que la desigualdad crece.
De regreso al despacho estuve pensado en la conversación y muy especialmente con la idea de poner en marcha una iniciativa emprendedora y crear empresa propia, sin duda algo complejo ya que se requiere talento, experiencia en gestión, recursos y superar trabas burocráticas. Unas trabas que comportan que en algunos lugares sea mucho más difícil que en otros. Un aspecto que queda reflejado en el Índice ‘Doing Business’ publicado por el Banco Mundial en el cual España, en 2015,
ocupa la posición 33 de los 189 países analizados. Una posición sensiblemente mejor a la de 2014, pero distante a la de los países nórdicos (Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia) que se encuentran entre los 10 mejores.
En la situación actual parece que se haya olvidado que la misión de toda Administración es crear las condiciones asociadas a facilitar el progreso social, para ello es preciso crear puestos de trabajo de calidad y bien remunerados y a la vez hacerlo con un modelo de desarrollo sostenible. Un aspecto que obliga a minimizar el tiempo de creación de empresas, para ello hay que analizar y seguir el ejemplo de países como Nueva Zelanda, en el que en un solo día pueden cumplimentarse todos los trámites y empezar a operar. Poner trabas a los emprendedores de hoy es disminuir los puestos de trabajo del mañana e impedir el surgimiento de nuevas empresas que interiorizando los avances científicos y técnicos puedan competir globalmente
Nos falta trabajo, sin duda, pero también una apuesta más decidida por aumentar el capital humano, potenciar la investigación y la innovación,…, pero lo que es imprescindible es pensar menos en las grandes multinacionales y mucho más en el tejido productivo propio, y muy especialmente en las personas, las que se esfuerzan en encontrar un puesto de trabajo y aquellas que con su iniciativa emprendedora quieren dar respuesta a su propio trabajo primero y al de muchos más después. Y para ello como dice Miquel Boser, patrón de la Fundació per la Indústria, “necesitamos legisladores que conozcan la realidad del trabajo y los mercados y no sólo aquellos que han crecido en el seno de las estructuras de los partiditos políticos”.
cindible es pensar menos en las grandes multinacionales y mucho más en el tejido productivo propio”
