Opinió

Discursos

Circulan dos discursos sobre la realidad económica del país. Uno habla de que España es el país que más crece en Europa y que nos espera, si se sigue con el mismo rumbo, un futuro luminoso. Otros ponen el acento en los aspectos negativos, entre ellos la creciente desigualdad social, y aseguran que si están a los mandos de la política económica, plantearán poco menos que una enmienda a la totalidad.
Las macromagnitudes, como el PIB per capita real, confirman que el país ha protagonizado algo así como una década perdida. Así, en 2014 en términos de paridad de poder adquisitivo, es decir, eliminando el efecto de la inflación, la renta se situó en 24.100 euros, cifra casi idéntica a la de 2013, que era de 24.162 euros. El dato global da sentido a ese título doliente, que si se complementa con el paro, la precariedad, la pobreza y la exclusión social, dibujan un panorama que no admite optimismos.
La visión crítica de la situación olvida que en la última década la economía ha vivido un subidón burbujeante, con fuerte incremento de la población activa debido a la inmigración, y luego pagó el tributo de un recesión con caída de la actividad, empleo y rentas. Es justo ahora cuando se empieza a levantar vuelo y es como si se volviera a la casilla de salida.
Lo preocupante es que muchos se están quedando en la cuneta, que el paro es muy elevado y que millones de asalariados no llegan a la condición de mileuristas. La desigualdad es innegable y ya escribió Stendhal que la riqueza de un país no la hace un pequeño número de fortunas colosales, sino la multiplicidad de fortunas mediocres.

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