Opinió

¿Para qué saber tanto?

Nos está abrumando la corrupción. ¿Cómo y por qué se pone el conocimiento al servicio del enriquecimiento ilícito, del engaño a los otros, del abuso de poder, del imperio del mal? El que sabe hacer esas fechorías, suele saber también cómo ocultarlas. Las operaciones que han llevado a cabo los Rato, los Pujol, los Urdangarín, los Bárcenas, los Roca… no las puede poner en marcha un analfabeto. Esos delincuentes saben más, han ido a la Universidad, son más cultos, son más listos que la mayoría de quienes les rodean… Pero en su propio interés. Utilizan el saber para engañar a quienes saben menos, a quienes son más confiados, más ingenuos, más honestos.
Saber mucho no es estar bien educado. Tener mucha información no es sinónimo de ética en el comportamiento.
Voy a poner tres ejemplos del libro “Platón y un ornitorrinco entraron en un bar”, del que son autores los filósofos alemanes Thomas McCathcart y Daniel Klein.
Un hombre gana 100.000 dólares en Las Vegas y, como no quiere que lo sepa nadie, se los lleva a casa y los entierra en el patio. Al día siguiente regresa y se encuentra un agujero vacío donde había colocado el dinero. Ve huellas que se dirigen a la casa de al lado donde vive un sordomudo. Decide pedirle a un profesor que vive en la misma calle y conoce el lenguaje de signos que le acompañe a hablar con el vecino. El hombre empuña la pistola y él y el profesor llaman a la puerta del vecino.
Cuando el vecino contesta el hombre agita la pistola ante su cara y le dice al profesor:
– Dile a este tipo que, si no me devuelve mis dólares, le pego un tiro aquí mismo.
El profesor le transmite el mensaje al vecino, quien responde que ha escondido el dinero en su jardín, bajo un cerezo. Pero el profesor se vuelve hacia el hombre y le dice:
– Se niega a decirlo, dice que antes muerto.
El profesor usa el saber para engañar al prójimo y quedarse con el dinero. El conocimiento que tiene le sirve no para ayudar sino para extorsionar. Conocer el lenguaje de signos le ha servido para enriquecerse a costa del que no lo conoce.
¿Cuál es

entonces el papel del conocimiento? ¿Para qué sirve?, ¿para qué ha de servir?, ¿al servicio de quién se pone? Estas cuestiones me llevan a preguntarme por el papel de la educación. ¿Consiste solo en trasmitir conocimientos, en ayudar a buscarlos, en saber dominarlos y aplicarlos con soltura y eficacia? ¿No es cierto que hay que cultivar esa segunda dimensión que tiene relación con la ética y que se pregunta por el destino de los mismos, por la finalidad de su adquisición?
Mientras más sepas, vivirás mejor, les dicen los padres a sus hijos. No dicen: mientras más sepas, viviremos todos mejor porque haremos un mundo mejor, un mundo en el que quepamos todos. Porque el conocimiento no se pone al servicio de la solidaridad sino del egoísmo.
Lo mismo diré de la inteligencia, de la capacidad de actuar en situaciones problemáticas, de la habilidad para convertir los conflictos en trampas que llevan al beneficio propio. Y aquí el segundo relato:
Un juez llama a los dos abogados enfrentados a su despacho y les dice:
-La razón por la que os he llamado es porque me habéis sobornado los dos.
Ambos abogados se mueven, inquietos, en sus butacas.
– Tú, Alan, me has dado quince mil dólares. Phil, tú me diste diez mil.
El juez le entrega un cheque de cinco mil dólares a Alan y dice:
– Ahora estáis a la par, por lo que en este caso voy a decidir con ecuanimidad.
Y luego está la picaresca. Es la forma de darle vueltas al intelecto para encontrar el modo de beneficiarse de la situación y del prójimo.
Pondré el tercer ejemplo: Un hombre entra en el banco y pide un préstamo de 200 dólares durante seis meses. El agente le pregunta qué bienes pueden avalarle. El hombre responde:
– Tengo un Rolls Royce. Aquí tiene las llaves. Quédeselas hasta que acabe de devolver el préstamo.
Seis meses después el hombre regresa al banco, paga los 200 dólares más 10 dólares de intereses y recupera su Rolls.
El agente bancario le dice:
-Señor, si no es indiscreción, ¿cómo es posible que un hombre que conduce un Rolls necesite un préstamo de 200 dólares?
El hombre responde:
– Tuve que irme a Europa durante seis meses y, ¿dónde, sino aquí, podía guardar el Rolls por solo diez dólares?
No se puede colegir de estas palabras y estos ejemplos que mientras menos conocimientos tengamos, más posibilidades hay de que respetemos la ética. Lo que trato de decir es que hay que distinguir instrucción de educación. La instrucción es la simple acumulación de conocimientos. La educación tiene un soporte ético insoslayable.

“Saber mucho no es estar bien educado; tener mucha información no es sinónimo de ética en el comportamiento”.

Comentaris
To Top