Parece ser que ahora hay que renovar las tuberías del agua que nos llega a nuestras casas porque una parte importante de la red, que consta de 590 kilómetros lineales, de los que más de 400 son de uralita, están ya obsoletos pues hace ya más de medio siglo que fueron instaladas cuando todavía se desconocían las perversas consecuencias que tiene el fibrocemento para la salud de las personas. Además provocan no pocas averías que también suponen un coste económico importante. Pero lo que llama la atención es que la aplicación de esta inversión de 64 millones de euros tenga un plazo tan largo como son 15 años, lo que me parece que es una salida a muy largo plazo, una manera de ir evitando el presente y lanzar las cosas hacia un futuro que no sabemos cómo será. Porque quién puede predecir qué equipos políticos tendrá en estos tres lustros Sabadell y qué cambios habrá en la compañía suministradora, sobre todo teniendo en cuenta que los actuales ediles dicen que están trabajando para que el servicio del agua pase a manos de la ciudadanía, es decir, las suyas. Y, en cuanto a quién pagará el coste de la renovación de las tuberías, creo que no cabe ninguna duda de que será a costa del bolsillo de los usuarios, que veremos cómo, de una u otra manera, nos aumentan el recibo del agua.
