Opinió

Manifestaciones

La multitudinaria manifestación del pasado sábado ha dado paso a la consabida discusión sobre el número de participantes, el termómetro que para muchos mide el éxito del acto. Los convocantes suelen redondear al alza el número de asistentes en tanto que los que quieren aguar el vino intentan rebajar las cifras. Como las diferencias entre los “métodos” de cuantificación son tan brutales se logra confundir a los que sólo tienen como única referencia lo difundido por los medios. Y muchos muestran su perplejidad ante el relativismo de la matemática aplicada a las manifestaciones.
Algunos han llegado al absurdo de intentar comparaciones imposibles entre la impresionante manifestación del sábado y la concentraciones patriótico-futboleras del domingo y lunes. El común denominador es su carácter masivo, pero todo lo demás es distinto. La manifestación del sábado sirvió para expresar un malestar profundo, el de una Catalunya que se sintió agredida. La pasión futbolera ha sido la explosión alegre y colectiva por un logro nunca antes alcanzado.

Después de la resaca del pasado fin de semana habrá que retornar a la normalidad cotidiana. Y es en el plano de la política catalana, azuzada por unas elecciones autonómicas en el horizonte inmediato, donde se agolpan los interrogantes. El posicionamiento de Montilla escuece en un partido en el coexisten, no sin dificultades, distintas  sensibilidades.
El president Montilla ha jugado sus cartas, quizá no tenía otras, y no son pocos los que creen que se ha convertido en un agente electoral del nacionalismo. Puestos a votar nacionalistas, mejor acudir al original.

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