Opinió

Curso

Va terminando agosto y volvemos al rutinario pan nuestro de cada día. La ciudad va recuperando su pulso, aunque agosto dejó de  ser aquel mes en el que todo estaba cerrado. Las vacaciones son cada vez menos colectivas y masivas, y la levedad de los bolsillos hace el resto. Ahora es el momento de afrontar la vuelta a una inestable y dura realidad. De hecho, decimos adiós a las segundas vacaciones marcadas por una profunda crisis.
Los políticos han procurado mantener una presencia sostenida en los medios, como si estuvieran cumpliendo servicios mínimos o fueran guardianes de la crisis. Estaban guardando la viña y preparando el aterrizaje, con las autonómicas catalanas en puertas. Hay que evitar el síndrome postvacacional y mantener el ánimo bien dispuesto para un retorno amenazado por tormentas.
Harto complejo para el Gobierno y la ciudadanía se presenta el nuevo curso político. ZP se enfrenta a la difícil negociación de los Presupuestos Generales del Estado, unas cuentas casi imposibles de cuadrar y que requerirán apoyos de otras fuerzas políticas para evitar una prórroga de las cuentas públicas que situaría la legislatura al borde del abismo. La coyuntura y los intereses de los partidos ante las inminentes elecciones catalanas restan margen de maniobra a Rodríguez Zapatero.
El Ejecutivo se enfrenta a su peor otoño, presumiblemente caliente, en una situación de manifiesta debilidad, con un gabinete desgastado y con el horizonte de una huelga general  que pone de manifiesto la crisis de pareja entre Gobierno y Sindicatos. Esa puede ser la guinda del amargo pastel que se está cocinando a fuego lento.

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