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Vaticinios

Todas las encuestas publicadas vaticinan un triunfo apabullante del PP liderado por Rajoy. A menos de cuarenta días de la cita con  las urnas, casi nadie pone en duda la mayoría absoluta de los populares; las dudas siguen estando en el techo de Rajoy y en el suelo movedizo en el que se mueve el candidato Rubalcaba. El aspirante no logra posicionar su campaña y, encima, por aquello de que a perro flaco todo son pulgas, le salpican algunos episodios altamente contaminantes, como las acusaciones contra Blanco formuladas por un individuo de mucho cuidado.
Entre unos y otros  están llevando a Rajoy bajo palio. El gallego avanza sin esfuerzo aparente, con el viento soplando a su favor. El perfume que ya huele a poder convierte al líder popular en una persona que gana carisma,  casi al mismo ritmo  que le rinden honores propios y extraños, los que sueñan con puestos y prebendas y los que saben que les interesa llevarse bien con lo que ya se adivina el futuro inmediato.

Sabido es que el poder despierta una atracción especial pues, como dice el romance, “nunca parece feo el rostro del vencedor” Grupos y partidos que no comulgaron en las pasadas legislaturas con las tesis defendidas por Rajoy, al que acusaban de protagonizar una manifiesta soledad parlamentaria y al que calificaban de incapaz de tender puentes y anudar complicidades, llaman ahora a su puerta sin ningún rubor.
Las actitudes están cambiando a gran velocidad, lo que es un claro indicio de que vienen nuevos tiempos. La inercia está en marcha desde hace tiempo y no es probable que la campaña sea capaz de detenerla.

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