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La tigresa expulsada

ETA ha expulsado oficialmente a Idoia López Riaño, ‘La Tigresa’, por pedir perdón a sus víctimas. La banda terrorista no se arrepiente de las víctimas ocasionadas ni deja que sus miembros se arrepientan. No admite que de un felino la tigresa se haya convertido en un gato domesticado, aunque de los gatos no te puedes fiar completamente.
Esta asesina, ante la negra perspectiva de su futuro, firmó la carta que le convenía firmar para conseguir algunas ventajas en su condición de prisión: acercamiento a su domicilio, horas de patio compartidas con su novio y encuentros íntimos con éste. Para los que nos encontramos libres pueden parecer pocas ventajas, pero seguro que para un presidiario con más de dos mil años de condena son muchas ventajas. Arrepentirse y pedir perdón a las víctimas, o mejor a sus familiares, es la única esperanza que puede quedarle a un etarra si quiere salir de la cárcel algún día no demasiado lejano. Hay etarras que han estado veinte años en la cárcel, lo que no desea nadie para sí mismo.
Cabe preguntarse si el arrepentimiento de la pistolera es sincero e incluso si, siéndolo, es suficiente para tener con ella un miramiento que no tuvo con la vida de 23 personas a las que asesinó. Eso no se paga con una vida, menos con una firma al pie de una carta del Ministerio de Justicia. Una vez en la cárcel no deja de ser una estrategia firmar que se reniega a la violencia (¿cómo ejercerla tras las rejas?), se pide perdón a las víctimas (las víctimas no se encuentran en disposición de perdonar), se promete colaborar con la justicia (¿se arriesgan a denunciar a sus antiguos compañeros de armas?), y hacer frente dentro de sus posibilidades (ninguna) a indemnizar por los atentados. Se firma lo que sea con tal de aliviar las condiciones de una prisión que se sospecha muy larga. Incluso si ese tardío e inútil arrepentimiento fuese sincero, esos cuatro puntos de la carta no son suficientes para compensar tanta muerte y tanta desgracia. En realidad, no hay forma suficiente de pagar.
Asesinar en un régimen democrático tiene la ventaja para el asesino de que se respetarán sus derechos y su vida, lo contrario de lo que él ha hecho con su víctima. Luego es cuestión de esperar unos años, de arrepentirse si es necesario, de fugarse, de que lleguen los beneficios y el perdón, de escribir un libro y de que el Gobierno Vasco te conceda el premio Euskadi de Literatura con una dotación económica de 18.000 euros, como ha sucedido con el fugado Sarrionaindia.
ETA no quiere debilidades dentro de sus filas ni arrepentimientos ni perdones, pero a este paso contará con más gente arrepentida, al menos dentro de la cárcel, que firme en sus ideas.

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