La compra de la CAM por Banc Sabadell ha estado rodeada de una polémica con sordina sobre los riesgos de la operación. En primera instancia se explicó el esquema de protección y la correspondiente cobertura de posibles pérdidas, evaluando éstas en cifras mínimas si se daba validez al dictamen de una auditora de primer nivel. Luego BS salió a la palestra para explicar su plan de acción y avanzar sus cálculos sobre las posibles sinergias de la compra de la entidad alicantina. Las sinergias esperadas superaban el importe de las posibles pérdidas, lo que conducía a pensar que la adquisición de la CAM era poco menos que un chollo.
A los pocos días, Jaume Guardiola declaraba que las pérdidas estimadas de la CAM podrían ascender a 17.000 millones de euros, el triple de las que el Banco de España marcó como máximas, una cifra enorme que equivale al 1,2 % del PIB español. Se trata de una forma delicada, pero preocupante, de desmentir la idea de que la venta de la caja, calificada de lo peor de lo peor, no es un regalo.
Y, así, la deriva inquietante es la casi nula credibilidad de las cuentas, habitualmente auditadas, de muchas instituciones. Los números de la CAM son un ejemplo de cuentos, no de cuentas, pero parecida historia es aplicable a otras entidades que están en proceso de venta. Está visto que la contabilidad es algo asi como una convención.
Lo mismo ha sucedido con las cuentas de la Generalitat de Catalunya y de otras comunidades, y posiblemente volverá a repetirse con el legado de ZP. Una cosa es lo que se dice y otra lo que dicen los que toman los mandos de la situación.
