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Sacrificios

Nadie puede soñar que las cosas puedan cambiar de un día a otro; las goteras, hoy una grave vía de agua, se fueron creando en años de nefasta gestión y el impacto de una crisis global. Y lo lógico es pensar que la superación de los desaguisado va a requerir mucho tiempo, esfuerzo y acierto. El año amanece con un nuevo Gobierno que tiene muchos retos por delante y que no va a justificarse con hacerlo mejor que el anterior, algo que parece fácil, pero que es totalmente insuficiente vista la situación que sufre la sociedad. Por ello los deseos de prosperidad para el año que estrenamos se formulan en tono modesto y prudente, pero con esperanza en lograr salir del túnel.
Da la sensación de que la fase decisiva del año se va a jugar en el primer trimestre, los 100 primeros días de gobierno del equipo de Rajoy, ese período en el que deben ponerse en marcha las medidas para reducir el déficit y reactivar la economía, objetivos que deben impulsarse al  unísono. Hay que soltar lastre e iniciar la empinada cuesta de la recuperación.

Europa es una solución dudosa, un mundo renqueante con una locomotora incapaz de arrastrar tanto peso muerto. Las medidas de los tecnócratas no generan entusiasmo y sus efectos todavía no se manifiestan. Las fuertes asimetrías que se vislumbran en Europa, la del norte y la del sur, la central y la periférica, deben minimizarse, un reto crucial para 2012.
La crisis ha servido para que todo el mundo cobre conciencia de que los sacrificios son un mal necesario: la cuestión es que sean para bien, que los responsables tengan acierto. Eso es que lo pide la ciudadanía en el punto cero del nuevo año.

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