De forma un tanto súbita, pero poco imprevista, la cuenta de explotación de Unnim ha aflorado un importante déficit, una pérdida que no estaba en la hoja de ruta de las entidades fusionadas y que los gestores del FROB se han encargado de poner blanco sobre negro antes de afrontar un inminente proceso de venta, subasta o desguace. Era precisa una limpieza de fondos o, como dicen en Sudamérica, un sinceramiento.
Con datos a fin de septiembre, se ha declarado un desfase de algo más de 100 millones de euros, cantidad importante pero que, comparada con otras que se van conociendo, parece una minucia. Los números rojos se atribuyen al deterioro de la cartera crediticia e inmobiliaria y al impacto del coste de reestructuración de la entidad.
Se ha periodificado el gasto de forma distinta, se ha contabilizado hoy, de golpe, lo que podía haberse dejado para mañana, para bastantes trimestres. La secuencia tiene perfiles que se repiten. Los “antiguos” gestores presentan unos resultados modestos, resultados que los funcionarios del FROB se encargan de corregir fuertemente y, cuando la entidad se pone en el mercado, los nuevos propietarios aumentan el desfase atendiendo a criterios más exigentes y rigurosos. Cuestión de criterios, de valoración de riesgos.
Es evidente que los balances de gran parte de la entidades financieras españolas serían muy distintos si a todos se les aplicara la misma vara de medir. Lo cierto es que desde hace tiempo la mayoría de bancos que cotizan en Bolsa tienen un valor de capitalización sensiblemente inferior a su valor contable. Los mercados no se creen el valor declarado de sus activos.
