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Dicotomía

Josep Masabeu, un sabadellense que preside Braval, activa  entidad de voluntariado barcelonesa dedicada a los emigrantes y a los desheredados de la fortuna, observa una llamativa dicotomía social. Los hijos de familias que viven desde siempre en el barrio del Raval sólo ven desánimo, frustración y desesperanza, son niños que viven un ambiente de derrota y piensan que, de mayores, no tendrán oportunidades. En cambio, para los hijos de la inmigración, los que han llegado en patera, lo peor ya ha pasado, la crisis es un obstáculo más.
Es un cuadro con una lógica evidente: unos creen que su ascensor social está casi en caída libre y otros tienen la sensación de que la recompensa a su sacrificio es el progreso personal. Unos piensan que lo tienen muy mal para vivir mejor o simplemente igual que sus progenitores y los otros tienen la certeza de que lo que dejan atrás es lo peor, que la suerte solo puede ofrecerles una mejor cara.

Resulta incuestionable que la sociedad va en camino de hundirse en una depresión extrema, una enfermedad que se extiende peligrosamente. El pesimismo se propaga y las instituciones toman medidas extraordinarias, posiblemente inevitables, pero que causan daños al consumo, a la economía productiva y a la ya alicaída moral del país.
Salir del pozo, lograr una recuperación anímica de la sociedad debe ser objetivo indeclinable de los políticos. Para crecer hay que creer, es preciso recuperar la confianza en el futuro para que el motor de la sociedad se ponga nuevamente en marcha. La depresión profunda conduce a lo peor, a que el negro sea el color de referencia.

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