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Liderazgo

El futuro inmediato del PSOE, incluido el PSC, se decidió por una margen estrechísimo, con el epílogo de un recuento taquicárdico. Fue un triunfo por muy pocos puntos del felipismo con barba frente al zapaterismo con faldas, síntesis primaria de los perfiles encarnado por los candidatos a la secretaria general del partido. La polarización se visibilizaba entre la vieja guardia, que se resiste a abandonar el puente de mando, y la segunda línea, que ve frenadas sus aspiraciones de liderazgo. Lo nuevo tiene que esperar.
Para Rubalcaba, la contienda era el último tren de su larga carrera política y una derrota hubiera sido su estación término. Para Carmen Chacón, a la que le faltó un telediario para ganar, su derrota probablemente es un apeadero para cobrar impulso de cara a las primarias de La Moncloa. Su problema va ser mantener su protagonismo mediático sin cargos orgánicos, como simple diputada de base.

Probablemente el resultado del 38º Congreso no ha alcanzado los objetivos previstos. Se celebró en Sevilla como plataforma para apoyar al tambaleante presidente Griñán, que se alineó y trabajó para el chaconismo, para los perdedores. Después del virtual empate, el socialismo no está más unido, ni parece más fuerte, y por supuesto no va a vender la marca de renovación. Y, sin embargo, el viejo zorro Rubalcaba es un buen piloto para conducir la travesía del desierto.
Lo que no está nada claro es el impacto del resultado de Sevilla sobre el PSC, que respaldó casi incondicionalmente la carta de Carme Chacón. Ha jugado a una carta que no salió; pero, como dicen algunos, contra Rubalcaba igual se vive mejor.

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