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Unnim

Ciertamente, la trayectoria de Unnim ni ha sido un camino de rosas ni presenta un balance brillante. El proceso de integración no estaba exento de problemas y sobresaltos y uno de los socios del proyecto, Caixa Girona, optó por renunciar a la operación y terminó en brazos de La Caixa. Pronto Unnim, forzado por necesidades de mejorar su capitalización, se vio en la necesidad de  pedir ayuda al FROB, que no tardó en convertirse en socio casi único. Con esos antecedentes la venta era una de las salidas del atolladero.
Atrás quedan ajustes de plantillas, cierre de oficinas, intentos fallidos de encontrar inversores, incapacidad de anudar acuerdos con terceros para una fusión que permitiera a Unnim evitar el despeñadero. El penúltimo suceso ha sido el dejar de pagar a unos 6.000 ahorradores los intereses de las preferentes y la deuda subordinada, una especie de canto del cisne en la fase terminal de una aventura que nunca terminó de levantar el vuelo.

Las cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu, entidades que vienen del siglo XIX y que han sobrevivido a multitud de vicisitudes, han sucumbido a la tormenta del ladrillo y van a ser fagocitadas por el BBVA. No es un final épico, pero es lo que hay. Ser subastado es un cierre poco agradable, y más cuando esa venta no se adjudica al que más paga, sino al que menos exige.
El BBVA, que en su curriculum también incluye la adquisición de Banca Catalana, absorberá con rapidez los restos de Unnim y procederá a los ajustes. Y, así, dentro de unos meses Sabadell se poblará de rótulos azules: los del Sabadell y los del BBVA.

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