Las elecciones de Andalucía eran la coartada que invocaban los estrategas del PP para diferir las medidas necesarias y dosificar las inevitables. Se argumentaba que era conveniente ser muy cuidadosos y que convenía no dar razones a los últimos resistentes del mayor bastión de la izquierda. Al servicio de esa idea se avanzaron las reformas inaplazables para Europa y quedaron en el horno otras medidas desagradables que ahora ya no admiten espera, ni retraso.
Quienes decidieron optar por la sedación preelectoral se equivocaron. Sus antagonistas repitieron que después del 25-M vendría el tío Rajoy con la rebaja y los recortes y ese mensaje, probablemente cierto por inevitable, caló en buena parte de una sociedad temerosa de lo que se le viene encima. Y ahora lo que estaba en lista de espera va a pasar a primer plano, sin diques ni reservas para frenar las medidas se iban enunciando y que se utilizaban como globos sonda.
Ha llegado ya hora de la verdad y son los Presupuestos del Estado, retrasados por razones políticas, los que van a marcar el rumbo de la economía y los que van a cuantificar los sacrificios que nos esperan, tanto por la vía de una mayor presión fiscal como por la reducción de servicios y recortes en muchos capítulos englobados en esa densa nube conocida como estado de bienestar. Cada vez más va a ser cierto que no va funcionar el gratis total.
La supeditación de la política económica a la política electoral ya se ha traducido en desconfianza hacia España y aparecen nuevas dudas sobre la prima de riesgo, esos fantasmas llamados mercados y que nos vigilan de cerca.
