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Desilusión social

Cada vez me surgen más las dudas de si seremos o no capaces de superar esta crisis, sin que para ello tenga que ocurrir algo extremadamente trascendental. En el momento que nos toca vivir son inevitables las manifestaciones de si se hubieran hecho o no las cosas de otra manera, pero la actual realidad ahora empieza a estar en el ‘sálvese quien pueda, porque lo más seguro es que quién sabe’.
El césped verde de época pasada se esta volviendo sepia, tras el descuido y la ineficacia del riego; o llueve pronto el maná dorado, cosa que no se vislumbra o cada vez, como es lo más previsible, nos veremos abocados al empobrecimiento paulatino y sin retorno.
No debemos hacer comparativas, a las cuales somos muy dados, con la situación de otros países. Cada uno tiene sus peculiares circunstancias para mejor o peor; tampoco sé lo que nosotros, los ciudadanos de economía media y los parados, tenemos que hacer más, pero sí es cierto que la continua difusión de noticias negativas aumentan el pesimismo y la desilusión social. No por ello se insinúa que hay que ocultar datos reales, pero tampoco hay que estar haciendo bandera de la situación para concienciar a los españoles de seguir apretándose el cinturón, cada vez con menos agujeros para la hebilla.
Todo tiene un límite, y esta situación también. El demagógico parrafeo en la mayor parte de las manifestaciones y discursos políticos confunde aún más al ciudadano. España está como está, y la situación lamentable es la que es. Primero, porque hemos tenido dirigentes irrealistas; y segundo, porque los ciudadanos hemos pasado por alto a menudo la asignatura de la moderación cauta económica, que no ha de confundirse con vida miserable voluntaria.
Atenúen las reiteradas manifestaciones infladas y, sin ocultar las cifras, sean prudentes. No pongan énfasis para justificar decisiones arbitrarias que a veces nada tienen que ver. No engorden más la desilusión social.

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