Quienes en estos tiempos de grandes dificultades para encontrar empleo consiguen uno, pueden decir que han tenido suerte. Pero es posible que algunas de esas personas que entran en el mercado laboral, especialmente si es por primera vez, se quejen de que pagan demasiados impuestos.
No es ningún secreto que las últimas subidas impositivas castigan como siempre a las rentas medias y bajas, mientras que las rentas más altas siempre consiguen de alguna forma pagar menos de lo que les correspondería. Pero ese es otro tema.
La cuestión es: ¿adónde va nuestro dinero? ¿Pagamos mucho o poco? No tengo intención de empezar a presentar datos y tablas. . Lo que sí quiero es mostrar otra realidad donde los impuestos son más altos y se pagan sabiendo que realmente es algo necesario que genera un bien común.
En Noruega el tipo medio es un 36% sobre las rentas del trabajo, llegando al 50% en tramos que en otros países sería inimaginable. El IVA es en general el 25% (aunque existen dos tramos más de IVA reducido). Productos considerados de lujo o perjudiciales como el alcohol, el tabaco o la gasolina tiene un gravamen especial extremadamente alto. Sólo para poder hacerse una idea, cabe reseñar que el precio medio de 1 litro de gasolina ronda los 2,5 euros, algo inaudito para un país que es uno de los mayores productores de petróleo del mundo. Por lo tanto es fácil ver que la presión fiscal sobre el ciudadano medio de Noruega es muy alta. Y, sin embargo, los noruegos no se oponen realmente a este sistema. La razón de ello es muy sencilla: el sistema funciona.
Mientras en España los impuestos parece que se van por el desagüe y que uno paga para mantener a una panda de políticos corruptos que cercena el Estado del Bienestar mientras suben constantemente el coste de todos servicios básicos, en Noruega la gente entiende que ese pequeño sacrificio tiene un retorno grande para el conjunto de la sociedad.
La conflictividad social del país es inexistente. La gente sabe que sus necesidades básicas están cubiertas y que son de buena calidad. Por ejemplo, la sanidad o la educación privadas son residuales cuando no inexistentes. Las redes administrativas de ayuda por enfermedad o desempleo son de confianza, haciendo que las personas se sientan seguras. Saben que si ocurre alguna desgracia no van a caer en un pozo sin fondo.
En aquel país el hecho de recaudar impuestos no se percibe como una banda de funcionarios que vienen a quitarte una parte del sueldo para financiar oscuras actividades. Se entiende como un acuerdo entre todos que, de forma progresiva y según las posibilidades de cada uno, financia el bienestar de todos, incluyendo el de aquellos que no lo necesitan de una forma directa. Es algo que está muy presente en la mentalidad del país y que es casi sagrado. Quien defrauda a Hacienda no es considerado como un modelo a seguir o alguien a quien felicitar. Cuando alguien no paga lo que le corresponde, mas allá del delito que pueda cometer, se le considera un ladrón. Alguien que roba a todos.
