Aunque las vacaciones ya no son lo que eran y han perdido parte del carácter de procesión masiva, agosto sigue siendo el mes rey para el descanso. Los datos confirman que este fin de semana será el momento álgido para lo que se conoce como operación salida, ese movimiento casi continuo en el que participa gran parte de la ciudadanía.
El comportamiento y las posibilidades del común de la gente ha influido en una redistribución del disfrute vacacional. Se reduce el número de días seguidos dedicados a la holganza, se acortan los viajes y se potencia el turismo de proximidad. El retorno a las raíces originarias, al pueblo de los abuelos, va ganando enteros. El turismo interior crece y con ello se ayuda al reequilibrio territorial y a la recuperación de áreas deprimidas. Es más una vuelta atrás que un redescubrimiento de paraísos olvidados.
Dicen las encuestas que muchos planean ir a ningún sitio y que están dispuestos u obligados a aceptar la rutina diaria y el aburrimiento de no hacer nada. Para los parados, que superan los cinco millones, jubilados o prejubilados, las vacaciones son poco menos que un más de lo mismo, con el añadido para muchos abuelos que, por devoción o necesidad, tienen tarea como meritorios dedicados al cuidado de los nietos.
Las vacaciones son para recargar las baterías y para soñar despiertos, pero muchos se van con el ánimo encogido y, en lugar de sueños, sufren pesadillas por lo que pueden encontrarse a la vuelta, por miedo a una seguridad laboral que no deja de empeorar. En cualquier caso es conveniente despejar la mente y fortalecer el ánimo para enfrentar lo que está por venir.
