No tendrán que quebrarse la cabeza nuestros administradores cuando quiebre la empresa. Por ahora siguen haciendo número de prestidigitación a ver si los ingresos dan de sí y de nosotros para pagar no ya la deuda, que eso ni se sueña, sino los intereses de la deuda, que es lo que nos desvela.
Los que acaba de presentar el Gobierno son impresentables, pero nos dicen que necesarios. ¿No nos habremos pasado un poco de austeridad? Bruselas, que es nuestro mando a distancia, dice que las medidas adoptadas van más allá de lo que pedían, pero quien manda, manda.
La conclusión está clara: para salvar a España de la crisis hay que hundir en la miseria a los españoles.
No hay que darles más vueltas. El descuento para quienes resulten agraciados en la Lotería es, más que un ejemplo, un símbolo. La ilusión se verá gravada con un 20%. Según Bernard Shaw, la lotería es un impuesto sobre los tontos. No participo de esa opinión, pero en todo caso ni siquiera a nosotros los tontos nos deben cobrar dos veces por el mismo impuesto.
La lotería le ha cambiado la vida a muchas personas, al menos por una temporada, que algo es algo y puede ser mucho cuando el premiado no tenía nada. El infatigable Luis de Guindos ha anunciado 43 medidas que nos van a tocar a todos en un sitio que un elemental pudor me impide nombrar, salvo en el caso de ser atrapado por la cremallera de los pantalones.
Los presupuestos llamados «de combate» se aprestan a luchar contra los más pobres, que no contra la pobreza. Los estrategas financieros que disfrutamos saben que la mejor táctica para derrotar a la miseria consiste en acabar con los pobres.
Menos mal que van a subir las pensiones un uno por ciento y el llamado Icex centralizará las ayudas a las exportaciones.
