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Castas

Santiago J. Pedraz, magistrado-juez del Juzgado Central de Instrucción número Uno, declaró el archivo de las actuaciones que se seguían contra los detenidos en la manifestación que tenía como objeto ocupar o, en su defecto, rodear el Congreso de Diputados. El juez Pedraz se explayó elucubrando sobre el significado de invadir y penetrar antes de concluir que los hechos no eran constitutivos de infracción criminal y que sólo querían evidenciar la decadencia de la clase política.
Ese juicio de valor, al que la vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría calificó de no muy jurídico, sirvió de detonante para que algún político se despachara a gusto con el juez y le dedicara epítetos poco correctos. Era la respuesta inadecuada a la tentación de incluir en la sentencia consideraciones propias de comentaristas de internet. Declarar la bondad angelical de los detenidos y su derecho a la protesta con el argumento de que la clase política es poco menos que una  excrecencia social es ir demasiado lejos.

La casta política no goza de buena imagen, pero los jueces no están en un escalón muy distinto ni tienen títulos ni razones para situarse en un plano moral diferente. La clase política no es más decadente que la sociedad a la que representa; los políticos no son mucho peores que el conjunto de la ciudadanía y estigmatizarles y convertirles en un pum,pam, pim, no aporta nada positivo.
No se puede generalizar ni pensar que todos los políticos son unos mangantes, ajenos a las dificultades de la sociedad. Dicen los clásicos que cada sociedad tiene los políticos que se merece, los que ella misma elige.

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