A la marcha atrás le llaman ahora crecimiento negativo, un mal recurso retórico para intentar enmascarar la alicaída realidad. La recesión del tercer trimestre de 2012 ha sido semejante a la del anterior y la tasa interanual empeora hasta situarse en el –1,7%, que desborda la previsión del año. Y ya van cinco trimestres consecutivos sin crecimiento y 16 de los últimos 20 trimestres están marcados en rojo. Una carrera, casi sin interrupciones, hacia el abismo.
El tercer trimestre, de julio a septiembre, tenía buenos argumentos para influir en la demanda interna y ofrecer un balance positivo. La subida del IVA en septiembre ayudó a anticipar compras, y por otra parte el Estado dio crédito a las administraciones locales y autonómicas para atender compromisos de pago ya vencidos. Más dinero para activar la circulación monetaria y animar la actividad, pero ni por esas. Tampoco el plus turístico ayudó a corregir una atonía muy acusada.
Suele el cuarto trimestre contar con un factor nada desdeñable cara a la dinamización del consumo: el aumento de la demanda consecuencia de un calendario festivo muy amplio, estimulado con la paga extra de diciembre. Este año, con cifras de paro siderales, y casi tres millones de funcionarios sin paga extra, el mundo del comercio va a resentirse de ese ambiente gélido de la economía.
Y así es lógico esperar que se cumpla la tesis que anticipa que el PIB volverá a retroceder. No estamos ante una hipótesis, sino ante una certeza, un dato fiable. La única duda es cifrar la caída. Con un diciembre sin blanca es fácil pronosticar un amargo cierre de ejercicio, un año más marcado por el decrecimiento.
