Todas las campañas electorales tienen su iconografía: los carteles y mensajes que dan color a la refriega. En la presente campaña el cartel de Artur Mas, en el que ejerce poco menos que de un mesías con un fondo de banderas, se está llevando la palma en lo que a comentarios se refiere. Poco después de ser presentado el cartel en el que Mas abre los brazos como si quisiera abrazar al pueblo elegido ya funcionaba por la red la imagen de Charlton Heston encarnando el papel de Mesías en los “Los diez mandamientos”. El paralelismo que se sugiere es evidente: los mesías guían a su pueblo a la Tierra Prometida.
El mensaje de “La voluntat d’un poble”, que no es nuevo, tiene un toque místico más que notable. Es la ilusión del futuro por la tierra soñada, un logro y un destino al alcance de un pueblo –el elegido- que cuenta con la guía y entrega de un líder, que es el que encarna y aglutina la voluntad de un pueblo. Un apelación a la movilización de tintes casi religiosos.
Frente a la omnipresencia de CiU, el resto de las campañas quedan en un segundo plano. ERC, favorecida por el impulso soberanista, juega en campo propio y va directa al grano al pedir el voto por la independencia para tener un “nou país per a tothom”. El PSC intenta colocar el federalismo y se presenta como la alternativa sensata. A fuerza de querer diferenciarse y de buscar posiciones de síntesis, no es ni carne ni pescado.
Y en la otra orilla queda el PP, que pide el sí a Catalunya, pero también a España. Y el partido de Albert Rivera, el llanero solitario, proclama mejor unidos, con un corazón con las banderas de Catalunya, España y Europa. Pero nadie habla de la crisis.
