Ha sido un lugar común el culpar al Banco de España de haber pecado por omisión ante los excesos y tropelías de buena parte del sector financiero, el que opera con el dinero que le confían los ciudadanos. El nuevo equipo gestor del Banco de España, dirigió por Luis María Linde, ha decidido que tenía que velar por la salud del sistema financiero y ha recurrido al intervencionismo puro y duro al prohibir que las entidades financieras remuneren los depósitos a un año por encima del 1,75 %.
Se trata de una forma imperativa de terminar con la guerra de depósitos, que termina con la libre competencia al igualar bajo mínimos la oferta de rentabilidades, situadas notablemente por debajo de la inflación esperada. Se supone que la banca extranjera no tendrá barra libre y el camino expedito para crecer sin fronteras. La época de rebajas ya ha llegado a través de una decisión discutible que pronto será superada por el ingenio de los artistas financieros. Es la imposibilidad de poner puertas al campo.
Dicen las estadísticas que el ahorro de los españoles está hundido, con la cifra más baja de los últimos doce años. La disminución de salarios y rentas, junto al aumento de la presión fiscal, apenas deja margen para el ahorro. Pero ahora, con ese 1,75 %, hasta los que tienen un plazo fijo para completar sus rentas menguantes se lo van a pensar antes de sacrificarse a cambio de nada.
Es una forma de estimular las operaciones de riesgo, que seguramente es la respuesta ante ese 1,75. O quizá el Tesoro Público desea que la ciudadanía invierta en deuda pública. Eso o a gastar y animar la demanda interna.
